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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 20:52

Solo sí es sí

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Aún no hemos podido asimilar un escándalo político, ya sea la Ley Trans, la proliferación de los okupas, la matanza de Melilla o el abaratamiento de la sedición  y de la malversación de fondos, cuando salta a la palestra otro escándalo político de tal calibre que opaca todos los anteriores y sus consiguientes responsabilidades. Nadie se va a acordar ahora de seguir profundizando en las tropelías de las últimas semanas cuando lo que está en juego en estos días es Montesquieu y los poderes del Estado.

Lo mismo ocurrirá mañana. Todos los que han estado insistiendo en la dimisión o el cese de esa ministra que nadie sabe no ya cómo llegó al Gabinete (que todos sabemos cómo lo hizo) sino cómo pudo llegar a ser cajera de supermercado. Surgirá otro escándalo supino y luego otro y otro más. Y así hasta las próximas elecciones generales. Y probablemente también después.

Es bien sabido que Irene Montero no dimitirá ni será cesada porque su supervivencia no depende de Sánchez sino de los podemitas sobre los que Sánchez no manda y a los que necesita -igual que necesita a ERC, Bildu, PNV y otros Frankenstein- para seguir en el falcon. Lo anómalo es que tampoco sabemos quién manda en Podemos. Creíamos que lo hacía Yolanda Diaz pero ahora parece que sigue haciéndolo Iglesias desde su retiro y que apoya a su ex y madre de sus retoños con un empeño digno de mejor causa.

Doña Irene, después de un paseo por Nueva York, como es bien sabido sede de las Naciones Unidas, llegó a la conclusión de que la ONU piensa que los jueces españoles no están bien formados, necesitan estudiar más y dejar de ser machistas -incluso las juezas, que son mayoría- y deben aplicar mejor las leyes que el poder legislativo aprueba.

Cinco años de estudios de Derecho y otros cinco -¡o más!- para preparar las muy competitivas oposiciones a la judicatura o la fiscalía no son suficientes para la señora Montero. Hay que prepararse más para comprender cómo dejar de ser machista y saber aplicar mejor esas espléndidas leyes cocinadas en unas Cortes armoniosas y sabias, como todos hemos podido comprobar después de ver en la tele los debates de las Cámaras.

La Ley de "solo si es si" está creando graves turbulencias  en nuestros tres poderes, poniéndolos patas arriba. Sus principales resultados -¡sorpresa!- han sido contrarios a los que se proponían los autores de la Ley: poner en la calle a un buen número de violadores y crear una grave alarma social.

Por desgracia el desaguisado no tiene remedio pues aunque la derecha y buena parte de la izquierda han criticado la nueva Ley, los presos que se han acogido a ella para salir de la cárcel, no volverán a prisión hasta que cometan nuevos delitos, que seguramente cometerá por aquello de la adicción incorregible.

Unos y otros, para intentar salir del embrollo miran hacia el Tribunal Supremo, pero tampoco éste va a poder hacer milagros de forma que vamos a contemplar un goteo interminable de excarcelaciones que los jueces no podrán impedir si quieren respetar la ley/bodrio que el Parlamento les ha ofrecido como guía de acción.

Nuestra vida política se presenta así con una perspectiva azarosa e incierta. Lo que hoy es válido no lo será mañana. Las leyes variarán tanto como los gobiernos pero en ese zigzagueo, dejarán cicatrices trans, sediciones reiteradas, okupas a gogó, la degradación del idioma español y un país que pierde su fuelle día a día.