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miércoles, 15 de mayo de 2024 | Última actualización: 13:35

La noche americana

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Los Estados Unidos es un grandísimo país. Desde el fin de la guerra fría, pasó a convertirse en la única superpotencia mundial y no solo en el terreno militar sino también en el político, económico, científico y cultural. En realidad ya lo venía siendo desde el fin de la segunda guerra mundial y aunque con Obama ha aflojado algo su papel global, a los EEUU le queda fuelle para seguir mandando pese a China, a la India y a otras potencias emergentes.

Digo lo que antecede porque la noche electoral del 8 al 9 de noviembre, celebrada en el mundo entero como cosa propia, subraya tal grandeza. Muchas veces he asistido a la fiesta electoral que la embajada en Madrid organizaba en hoteles de la capital y también he celebrado la fiesta en Washington y en Nueva York y es notable cómo todos los países teníamos la impresión de que aquellas no eran solo las elecciones estadounidenses sino las de cada uno de nuestros países, hasta tal punto pensamos que lo que ocurra en aquel país va a influirnos a todos.

Lo digo también porque un país de 300 millones de habitantes debería tener mecanismos más depurados para llevar hasta la cúspide electoral a dos figuras más sólidas que las que ahora han llegado: un empresario extravagante y una ex primera dama del país. Las credenciales de ambos eran inadecuadas. Esa moda de que los cónyuges de políticos creen haber heredado la sabiduría de sus maridos para seguir en la actividad pública, denigra esta función que debería ser sublime. Ello es aplicable a EEUU, a Argentina, la India y España (recordemos a Ana Botella y a Carmen Romero).

El caso de Donald Trump es igualmente llamativo. Hijo de inmigrante alemán y escocesa, casado en primeras nupcias con una checa, ha basado su campaña en jalear los aspectos más xenófobos de la sociedad norteamericana cansada de tener ilegales de procedencia hispana, musulmana y de otras procedencias.

Una vez más nos hemos dejado arrastrar por las encuestas, los analistas, los lobbies político-económicos y la inmensa mayoría de los medios informativos que vapulearon de forma inmisericorde y como nunca se ha visto, al candidato republicano. Todos estaban contra él; incluso muchos miembros de su propio partido (los Bush, Condoleza Rice, Powell etc.). En esas condiciones ¿Cómo ha podido Trump vencer las elecciones y con una tal ventaja?

La respuesta es válida para los EEUU y para muchos otros países. No se trata del populismo sino de un rasgo generalizado en occidente: el cansancio de la política y de los políticos, cansancio reflejado en el rechazo al ‘bla, bla, bla’ de la señora Clinton que no hacía sino repetir lo que el votante había escuchado mil veces de los presidentes anteriores.

Trump traía un nuevo discurso, con frecuencia preocupante y disparatado (el muro anti mejicano, la expulsión de los ilegales, el debilitamiento de la OTAN, la negación del cambio climático, el acercamiento a Rusia). Apuesto a que pronto vamos a ver tales ideas atemperadas por las exigencias del mando. Desde la campaña o desde la oposición se pueden decir muchas cosas que al llegar al poder hay que matizar o cambiar.

Las instituciones norteamericanas, por añadidura crean unos contrapesos que impiden al presidente actuar a su aire y ello aun cuando en esta ocasión, los republicanos dominaran las dos cámaras del Congreso.

La Casa Blanca va a tener que aguardar algunos años más para tener una mujer como inquilina y quizá nunca se trate de una ex primera dama con lo que aquel chiste de que por primera vez dos presidentes se acostarían juntos no va a cumplirse. Ni ahora, ni probablemente en muchos años... Si en cambio se va a cumplir la otra broma: que dos capitalistas blancos van a sacar de su casa a dos negros.

Hillary Clinton tenia ante si unos retos monumentales: mantener fuera de la presidencia durante 16 años a los republicanos, llevar por primera vez a una mujer a la presidencia después de que Obama lograra también estrenar a las minorías étnicas en el poder, meter de nuevo como inquilinos en la Casa Blanca a los Clinton con todos los recuerdos picantes que ello traía. Solo tenía una ventaja y es que su oponente parecía un candidato fragilísimo.

No ha resultado tan frágil. Un candidato demócrata más sólido quizá hubiera derrotado a Trump. Sin duda cualquier otro republicano hubiera vencido con facilidad a Clinton.

Con Trump o sin él, los EEUU seguirá siendo la mayor democracia del mundo. Trump ya ha empezado a moderarse. Si no lo creen, escuchen de nuevo su breve discurso tras conocer su victoria electoral ¡Supo ser cortes y hasta valoró el esfuerzo de su rival!