José Vicente Ramón Moreno.
Una vez despedido el año como se merece, con mucho jolgorio, comilonas y un buen riego de vino, cava y varios cubatas, y con la resaca en mayor o menor medida, caemos en la cuenta de que, irremediablemente, entramos en un nuevo año y que, también irremediablemente, caemos en los tópicos típicos de estas fechas en las que nos proponemos mil y una cosas que, seguramente, no realizaremos.
Lo del gimnasio para ver si, por fin, cogemos algo de forma, es una de las metas que primero nos marcamos pero que, posteriormente, se nos descuelga por mucha falta de voluntad.
Lo del inglés, o mejor todavía el alemán (porque en esta época parece que nos puede abrir nuevas puertas) también requiere de dosis de esfuerzo añadido al que ya hacemos habitualmente cada día y que, si no lo cogemos con una meta laboral (bien por conseguir un puesto bien por mejorar el actual) también se nos caerá por el camino.
Al final nos refugiaremos en las metas sencillas de la lectura de ese libro que siempre empezamos y nos cuesta seguir, de esa partidita de tenis o padel que siempre vamos retrasando o de esa chapucilla casera que vamos dejando para más adelante y que, por fin, caerá.
¿Por qué no nos planteamos esa reforma interior más profunda que nos lleve a analizar si tenemos algún amigo al que tenemos un tanto distanciado y que tomando un café y media horita de charla podemos recuperar o a ese hermano que por que es evidente la relación no cultivamos un poco más y no la dejamos por supuesta?
Hagamos un pequeño esfuerzo y cultivemos las relaciones humanas que son las que más nos enriquecen y hacen que valga la pena encontrarse día a día con unos y con otros porque nos sentiremos muy bien con saludos cordiales y afectuosos que nos enriquezcan interiormente.
¡Que el 2014 sea el mejor de los años vividos hasta ahora!
