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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 08:13

Efectos aún no medibles

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Enrique Domínguez. Economista. 

Sinceramente, no sé hasta qué  punto esta crisis sanitaria puede afectar a la economía castellonense. Intuyo que mucho pero no me atrevo a medirlo: diferentes analistas hablan de caídas en el PIB en 2020 entre cuatro y nueve puntos.

Uno puede creer ser realista y augurar una incidencia brutal, puede ser catastrofista y pensar que de ésta retrocedemos varios decenios, o uno puede querer creer en la capacidad de superación de empresas, autónomos y ciudadanos en general, para pensar que, a pesar de la grave incidencia en la economía personal y empresarial, nos podemos recuperar. Eso sí, con bastantes meses para llegar al punto de inicio de la misma.

Sabemos que esto acaba de comenzar. Apenas llevamos dos semanas de confinamiento y esto va para largo. Nuestro tejido económico está formado en la práctica totalidad por pequeñas y muy pequeñas firmas, que en muchos casos no pueden asumir un cierre prolongado o no es posible en ellas el teletrabajo.

De momento dejan de tener ingresos y, en cambio, tienen unos compromisos con proveedores y con sus trabajadores que no pueden asumir. Ayudarlas retrasando o solucionando esos compromisos puede ser una alternativa, pero también es cierto que algunas de esas firmas ya tenían un futuro incierto antes de esta crisis.

Los ERTES son una solución temporal que ayudan a paliar en parte un problema pero que éste nos pilla, yo diría, con el paso bastante cambiado; ya adolecíamos antes de esta crisis de falta de mayor innovación, de conocer poco los deseos de nuestros clientes y, en suma, de dedicarnos a fabricar o vender aquello que sabemos hacer o aquello que tenemos en los mostradores en lugar de fabricar o vender aquello que el cliente quiere.

Con esto quiero decir que esta crisis llueve sobre mojado. Afecta a todo tipo de empresas, es cierto, pero seguramente algunas podrán salir antes por estar mejor preparadas, independientemente de su tamaño.

¿Por qué  digo esto? Porque tenemos un sector turístico que supone en torno al 11% del Producto Interior Bruto de la provincia todavía anclado en el sol y playa en su mayoría y que apenas ha cambiado en los últimos decenios. Es necesario salvar la campaña de verano porque la de la semana santa ya está prácticamente perdida, pero es importante intentar cambiar el modelo turístico porque si no es así, otros competidores foráneos se llevarán gran parte de los no abundantes turistas extranjeros que nos visitan y una porción de los españoles. Y de poco valdrá tener un aeropuerto si la crisis no sirve para cambiar el chip.

Algo parecido se podría decir de nuestro principal sector industrial, el cerámico; está acelerando sus exportaciones en previsión de un paro mayor por esta crisis pero sigue con las dificultades que hemos comentado en otras ocasiones en cuanto a los precios medios de venta y, por tanto, a la creciente competencia de la producción foránea.

Algo parecido se puede decir de nuestro sector comercial, casi paralizado, pero con problemas ya relevantes anteriormente.

Y un sector agrario de cuya problemática se ha hablado hasta la saciedad y que está ahí.

Dicen que toda crisis puede ser una oportunidad. Esta debería serlo. Intuyo que el efecto negativo va a ser muy importante pero no definitivo. Saldremos de ésta. Lo que no sé es si seremos capaces de ver a los demás como lo hacíamos antes de la crisis.

Es, tal vez, ilusorio el pensar ahora en cómo cambiar tras la crisis cuando estamos en su inicio y hay problemas personales y empresariales muy relevantes cuyos efectos es fundamental tratar de paliarlos al máximo.

Pero, tras la borrasca vendrá la calma; pero no debe ser una calma chicha sino una calma que debe mejorarnos en lo personal y en lo empresarial. Los efectos serán muy relevantes pero podemos superarlos. Deseo que usted opine lo mismo.