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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

Sobre la Democracia

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Suele decirse que la Democracia es la peor forma de organización de la vida política  después de todas las demás. O también que es la menos mala de todas ellas.

En estos días, la cuestión ha saltado a la palestra por algunas desafortunadas declaraciones del Vice Presidente segundo cuando, al dar la razón al Ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, reconoció las debilidades nuestra democracia que tenía presos y exiliados políticos por pedir la independencia de Cataluña.

Los políticos, los intelectuales, la prensa y la opinión pública se han emplazado masivamente frente a tales afirmaciones y lo han hecho de forma dispar. Consideran algunos inaceptable que un miembro del Gobierno cuestione nuestra calidad democrática, juzgada por las más acrisoladas organizaciones internacionales como una de las más depuradas del mundo, por encima de países tan indiscutidos como Estados Unidos, Francia o Italia.

Opinan otros, por el contrario, que, conscientes de la imperfección del sistema no ya en España sino en cualquier otro país del mundo, no habría que rasgarse las vestiduras si aceptáramos la perfectibilidad de nuestra Democracia que en ocasiones no llega a alcanzar los objetivos deseados y en otras muchas se pasa.

Escasas veces en cinco siglos, España se ha visto gobernada por una Democracia. La Constitución de 1978 permitió acercarnos a ella más que nunca en nuestra Historia. El hecho de que los gobiernos conocidos desde entonces hayan cometido errores, no ha sido óbice  para que nuestra Democracia se mantuviese incuestionada.

El panorama empezó a torcerse recientemente con la llegada al poder de un partido socialista tan debilitado después del fin del bipartidismo y la proliferación de otras formaciones, que se asentó en el Gobierno apoyándose en facciones claramente inconstitucionales que buscan ya sea implantar en el país regímenes dictatoriales inspirados en los Estados menos prestigiosos del mundo, o se proponían romper la unidad del país facilitando la formación de un número indeterminado de naciones.

En tales condiciones, no sería erróneo decir que España tiene una Democracia mejorable, precisamente por contar con un Gobierno tan discutible como el formado gracias a la ambición del accidental líder socialista que -pese a lo que él mismo había negado reiteradamente durante la campaña electoral- no dudó en aliarse con un partido que nos hubiera conducido a la ruina en cualquier caso y que la pésima administración de la pandemia ha acelerado el proceso hasta hacer caer nuestra economía en agujeros solo comparables a los originados en la Guerra Civil.

Los constantes ataques a la Monarquía, la progresiva desaparición de la separación poderes, la proliferación de ministerios innecesarios, los constantes guiños a los regímenes bolivarianos y a las formas más criminales de gobierno del siglo XX como el comunismo stalinista, la inconsistencia del liderazgo de Unidas Podemos -saltando de Vallecas a Galapagar, colocando a sus parejas en un escaño, un Ministerio, un periódico  y a la niñera en un nivel 30- todo ello, y muchas falsedades más, sí pueden hacernos pensar que algo funciona mal en nuestra democracia y no es precisamente que quienes violaron la ley se encuentren en la cárcel -como lo estarían en cualquier otro país de nuestro entorno-  o hayan huido de la justicia colocándose a todo tren en la capital de Europa.

Y, por cierto, comparar a Puigdemont con los exiliados españoles de la República y la Dictadura, amén de inexacto, es simplemente indecente.