El pasado viernes 30 de septiembre dimos la bienvenida a las fiestas en honor a la Mare de Déu del Roser. Lo hicimos de la mano de nuestra reina, María Gonell, y de sus damas, Nerea Montanos y Alba Pesudo. Dignas embajadoras de unas celebraciones singulares en las que la tradición y la fe van de la mano de conciertos, verbenas, mesones y una sólida afición taurina que se reivindica con pasión y orgullo.
El Roser es un sentimiento que todos compartimos y que abrazamos con quienes nos visitan, porque si en Almassora nos caracterizamos por algo es por ese espíritu generoso, abierto y solidario que hace historia cada mayo en Les Calderes.
Nuestro pueblo no quiere parar y no debe parar. Los actos son un ejemplo de esta actividad que nos caracteriza y que es emblema de nuestro músculo. Somos un motor imparable que ha sido capaz de superar momentos de crisis, como el vivido en la pandemia, y que debe ser ejemplo de superación en un momento complicado como el que vivimos.
Estas fiestas son el espejo en el que mirarse. La actividad que inunda nuestras calles es la que debe sembrar consumo en nuestros negocios, alentar el emprendimiento, fomentar el talento y crecer. Nuestras pequeñas y medianas empresas, negocios familiares y comercios son un pilar económico fundamental. Dan servicio y generan empleo. Nuestros polígonos, plataformas de despegue para el desarrollo de nuestro municipio y gancho para capitales que buscan dónde posicionarse.
Todos merecen nuestro apoyo. Y estamos aquí para dárselo. Para trabajar por la prosperidad y el desarrollo. Para canalizar el potencial de un municipio que reclama planes eficaces para superar problemas reales y dar la bienvenida a las oportunidades.
Vivir con intensidad estas fiestas es celebrar el futuro. El que entre todos vamos a ser capaces de construir vecinos.
