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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 15:15

La realidad personal del Villarreal y la mediocre realidad nacional

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Daniel Bernat. Graduado en Derecho, experto en series y fiel aficionado del Villarreal.

Tras años de dominio europeo, repartiéndose los grandes títulos entre los mejores clubes de España, nuestra liga parece haber entrado en barrena desde hace un tiempo. No solo porque el resto del continente ha mejorado sus prestaciones, sino porque el potencial de los equipos de nuestro territorio ha ido decayendo con el paso de los años. Por unas razones o por otras, la vida ya no es la misma, y lo que antes solía decantarse a favor de los Real Madrid o Barcelona, ahora llega el Sheriff y te saca los colores, o el Benfica te abre en canal la herida, que por levantar en brazos a un chiquillo que acaba de volver de casi un año de lesión, pensaban muchos que ya estaba curada.

LaLiga Santander, esa que antaño se solía vender como “la mejor del mundo” (y aún quedan de los que tratan de colar esa burda falacia), está comandada (a priori) por el que fuera el equipo más grande de la historia de este deporte en el siglo pasado, que se ha tirado todo el verano soltando lastre y con esa cuenta atrás que no fructificó en nada, dejándole con gente que no quiere, jugadores por hacer aún, los vestigios de la vieja guardia que no durarán para siempre, y carencias en casi todas las líneas; por el equivalente a uno de los figurantes de The Walking Dead o cualquier otra producción de zombis, vestidos como arlequines, y echando un tufo que se huele desde Vila-real, con un técnico que parece que hiciera con alguien una apuesta para ver hasta qué punto de vergüenza ajena podría llevar su gestión; el eterno pupas, que lo mismo saca puntos en los últimos minutos, emulando al vecino de capital, y muchas veces sin merecerlo, que se atranca y se muestra inoperante; y los de mi repudiado Julen, que tienen un secretario técnico que es lo más parecido a un alquimista que tenemos por estos lares, porque asombra cómo son capaces de seguir, año tras año, ahí arriba, pero que también tiene sus problemas. Y luego, anda por ahí el Villarreal.

Ahora que está tan de moda aquello de los universos paralelos, y los multiversos y historias así, casi podríamos decir que los de Emery viven en su propia realidad alternativa en este comienzo de temporada. El único club español que consiguió un título la temporada pasada, abrió la actual compitiéndole de tú a tú el Chelsea, y no ganaron porque la suerte de los penaltis, esta vez, no estuvo de su lado. Y a partir de ahí, la eterna racha de empates, con la excepción de la victoria ante el Elche. Esto, en otros conjuntos, quizá fuera motivo de preocupación severa por parte tanto de afición como de dirigentes. En el caso de los amarillos, lo es, porque el objetivo es ganar cuantos más partidos sean posibles, pero es que los chicos del técnico vasco no han transmitido la sensación de que hayan estado fuera de ningún encuentro, con más inspiración unos días que otros, eso sí, y muchos de esos empates han estado muy cerca de convertirse en victorias. El desgraciado incidente en el Wanda, o el punto que pudieron ser tres en el Bernabéu son muestras de que, en dos de los mejores estadios de España, el Villarreal pudo haberse llevado el gato al agua. En otras épocas, el Submarino habría perdido alguno de los partidos de estos dos meses que llevamos de temporada (y quizá contra algún equipo teóricamente inferior), pero con Emery se compiten todos, sean contra conjuntos menores o mayores, y eso es de aplaudir. Desafortunadamente, la burbuja se ha pinchado ya.

Contra el Manchester United tampoco merecieron perder; es más, lo normal hubiera sido ganar, viendo lo que hizo cada equipo. La primera parte es para enmarcar. Todas las dudas, nervios y miedo escénico que pudieron tener los pupilos del de Hondarribia contra el Atalanta se desvanecieron al pisar, quizá, uno de los feudos más imponentes del planeta fútbol, Old Trafford, el Teatro de los Sueños. No sé lo que soñaría Dalot, pero seguro que alguna pesadilla con Danjuma habrá tenido, a pesar de obtener la victoria su equipo. El extremo neerlandés ridiculizó al lateral portugués, y fue artífice de algunas de las grandes ocasiones de los vila-realenses en los primeros cuarenta y cinco minutos. Paco Alcácer parece haber vuelto entonado, y cada vez va mejorando sus prestaciones, y De Gea se erigió como salvador de los suyos; al menos, no tuvo la inspiración en Gdansk, para alegría de la parroquia amarilla.

Encima, la reanudación pintaba de maravilla con la bonita jugada que culminó Alcácer, como un nueve nato, de esos de área que parecen estar extinguiéndose. Sin embargo, todo cambió cuando los diablos rojos empataron. El Submarino no volvió a ser el mismo, acusando el mazazo y con el cansancio ya calando en los que estaban en el césped. Aun teniendo alguna oportunidad muy clara, la tendencia apuntaba a que los amarillos se movían en la cuerda floja. Y el tío que quizá sea el jugador más competitivo y letal que yo haya visto en un terreno de juego, Cristiano Ronaldo, metía el 2-1 como una puñalada en el costado de los de Emery.

De diez partidos jugados por los clubes españoles en esta edición de la Champions, solo dos han terminado con victoria; casualmente, ambas en Milán, por los dos madrileños, y en la recta final de los encuentros, con más suerte que otra cosa. Yo lo veo como una señal de que, sí, entre sus compatriotas, resultan competitivos, pero que cuando hay que viajar al continente, la trama se complica. Quizá lo vea con una perspectiva parcial, al ser del Villarreal, pero a mí no me parece que el equipo que preside Fernando Roig esté peor que alguno de los cuatro más importantes de España, y todos esos empates que estaban próximos a ser victorias, transmitían la sensación de que todavía no están al cien por cien, y que cada semana van creciendo.

Ahora bien, en el caso particular del Villarreal, Emery tiene que dar con la tecla para desbloquear al vestuario y hacer que sus jugadores sigan a este ritmo, porque las victorias estoy seguro que llegarán, y se obtendrá una buena racha de resultados (o eso espero); hablando de los clubes españoles, pinta a que la aventura europea puede acabar como una de esas pruebas que podemos ver en “El Juego del Calamar” (si no pilláis la referencia, os invito a que veáis la serie de Netflix, que no tiene desperdicio). Sí, nuestra liga está igualada, pero en la mediocridad. El Submarino navega en estas aguas un tanto turbias, pero el rumbo es bastante más estable que el de muchos otros competidores nacionales, pero deben llegar los triunfos; no hay mejor combustible que encadenar varios y así impulsarlos a la consecución de sus objetivos, que costará conseguirlos, porque nadie regala nada.