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viernes, 10 de mayo de 2024 | Última actualización: 15:47

El abandono a –ía e -dad en la era de los -ismos

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Pablo Royo. Humanista.

Veo a –ÍA y -DAD desnutridas, tiradas debajo del puente cubriéndose con mantas desgajadas y sucios cartones las llagas de la inmundicia. Sus miradas rotas y aterradas desvelan la conmoción de la desesperanza que desgarra y desintegra sus gélidas pupilas. Son esas hermanas inseparables que vacilan convalecientes por la vereda más angustiosa de su existencia, hoy decadente y miserable. Han visto demasiado como para creer en el hombre que las engendró y ahora las abandona.

Siento cómo la palabra está infectada de una epidemia de cinismo insólito, y cuando se frivoliza la filología se pudre la filosofía, la gran olvidada en la película contemporánea.

No se cree ya en dioses, ni en la amistad –el bien desinteresado-, ni en la bondad –el bien universal-, ni en el hombre –el ser más fascinante y monstruoso de la faz de la Tierra-. Posiblemente este desánimo potencial pueda deberse a la desvalorización de lo humanístico ante el vigoroso y suculento crecimiento económico de las últimas décadas, desgobernado por un mercado desalmado que autómata selecciona de forma antinatural a afortunados y desafortunados. También tal deshumanización podría venir del coma profundo del que salió Occidente tras la II Guerra Mundial, cuya terapia fue la UE como remedio artificial para espantar el trauma de la guerra y construir la paz de una sociedad que rebosaba de bienestar material y presumía de una prosperidad que algunos sintetizaron con la idea paradójica y disparatada de progreso.

Al ritmo que el paradigma del sistema capitalista triunfaba en Occidente y fabricaba desigualdad y discriminación potenciando el subdesarrollo, se disfrazó la realidad con unos supuestos derechos humanos que iban a ser el protectorado del bien. Sin embargo, ellos no fueron más que un recurso hipócrita de las naciones avanzadas para lavarse las manos ante las desalmadas injusticias que ellos mismos han implantado en el planeta.

El hombre ha perdido el valor, la ética, el respeto con el otro porque se ha objetivado, se ha desnaturalizado y extirpado lo que le hace verdaderamente humano, lo universal.

En nuestro país es explícita la infravaloración de lo humanístico: la materia de filosofía está siendo marginada en los centros educativos donde se reducen un 75% de las horas y pasa a ser optativa en segundo de bachillerato, apostando por “lo productivo” en una enseñanza científico-matemática que minusvalora lo axiológico o ético; por otro lado, la música pasa de ser una materia obligatoria a optativa, como si no fuese esencial en el desarrollo cognitivo-creativo; la poesía, que estimula las emociones y el intelecto, la crítica y el valor, es el género literario cuyo ocaso está siendo estremecedor; el arte en sus diversas formas se banaliza y no se aprecia desde su autenticidad intelectual. En suma, todo lo que implica reflexión o crítica está siendo aplacado porque se pretende proyectar hombres masa de escasa capacidad de análisis que puedan ser manipulables, robots que obedezcan órdenes y caigan sin resistencia a un adocenamiento intelectual que degenere hacia un pensamiento uniforme.

Como un ordenador programado, hoy el androide adicto a la comunicación y al entretenimiento se centra exclusivamente en el divertimento y en generar capital en una burbuja tecnológica hermética, enganchado a lo inmediato e intrascendente. ¡Qué lástima de hombre el que se está diseñando que no tiene una noción real de la actualidad a pesar de tener en sus manos el mayor artilugio humano jamás creado: INTERNET! Ahora el engendro humano tiene a su disposición el mundo en un click... sin embargo, no basta con conocer porque para saber se requiere a -ÍA, el espíritu crítico y holístico que forma el conocimiento desde la piedra angular de la ética, porque -ÍA -digniDAD- es el sustrato intransferible y auténtico de intregriDAD que no se paga con euros, dólares o libras, porque lo más valioso es lo que menos cuesta, ¡Tremenda generosiDAD y valÍA la del hombre que se guíe por la bonDAD y asuma como una verDAD incuestionable que el fin no justifica los medios!

Me pregunto dónde está la utopÍA, la filantropÍA, la filosofÍA, la poesÍA, todas ellas huérfanas y desatendidas, decadentes y vagabundas por la ciudad de la obsesión encarnizada de ganar, ganar y ganar pasta, esa pasta que degenera la especie humana, esa pasta que me repugna y me avergüenza, que ha dejado de ser un medio de vida para convertirse en el fin y objetivo vital de la sociedad capitalista alienada e irreflexiva.

Me pregunto dónde está la empatÍA, esa digna damisela que riega los jardines de la humaniDAD y siembra flores fragantes como la solidariDAD, la cariDAD, la diversIDAD, la pluralIDAD… quizás sumida en una depresión profunda o encadenada por los –ISMOS como el egoÍSMO, los nacionalISMOS, los racISMOS, toda clase de despotISMO, terrorISMO, fanatISMO, sexISMO que crecen en las entrañas del capitalISMO, gestor de las desigualdades y bestia ególatra que vende a bajo coste su dignIDAD, el bien supremo del hombre, que compra y vende al por mayor como cualquier otra mercancía. También la antropologÍA es atacada por las diversas formas de –FOBIAS como la xenoFOBIA o la homoFOBIA.

El hombre debe recuperar el resplandor de –ÍA y –DAD para reencontrarse con su humaniDAD y recoger a su paso las fértiles simientes de la utopÍA y la filosofÍA, máximas garantes de la libertad y digniDAD del ser humano que camine hacia la universaliDAD.