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martes, 23 de abril de 2024 | Última actualización: 15:09

Otro muerto

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

El nombre de la semana: Arnaldo Otegui. Integrante de la organización terrorista E.T.A., salió de la prisión de Logroño el pasado 1 de marzo, previo cumplimiento de la condena impuesta por la Audiencia Nacional allá por el año 2009 (si no recuerdo mal) a raíz de su vinculación en torno a los movimientos de corte criminal, que la banda asesina llevaba a cabo dando continuidad a su sangriento historial de muerte y extorsión.

El aludido ha sido objeto de exhaustiva atención mediática, con opiniones para todos los gustos y colores. Sinceramente la repulsión que provoca en mí el personaje en particular, y todo lo que representa en general, sólo me genera una corriente de calificativos de grueso calibre, nada favorables a la figura del ínclito Arnaldo, y cuya relación omito por respeto al buen tono y adecuadas formas que este medio de comunicación acostumbra a practicar.

Tampoco me voy a pronunciar respecto a las posibles derivaciones políticas que tal salida de la cárcel comportará al convulso escenario político patrio. Siempre he considerado que al fascismo ( y por ende a los fascistas) se les combate aplicando los medios siempre pacíficos, escrupulosamente legales y éticamente exigibles que toda democracia se otorga; sin embargo, con las declaraciones de ciertos recién llegados a la arena política con un aura de prístinos demócratas, en las que se otorga un cierto rango de prisionero político al individuo (me niego a darle la consideración de señor) Otegui, la arcada de asco se ha llevado por delante mi escasa capacidad de reflexión.

Mucha opinión de este sector político de nuevo cuño auguran una posibilidad de ‘paz’ como consecuencia de la salida de la cárcel del antiguo etarra, pero ninguno de esos mismos parece recordar  las causas que motivaron el ingreso en prisión (eso sí, semejante olvido desaparece cuando se trata de recordar al franquismo y sus constantes apelaciones al mismo): el sujeto Otegui perdió su libertad por su conducta criminal, jamás por sus ideas.

No se me ocurre mejor modo de responder a la excarcelación del terrorista (calificación contenida en una resolución judicial firme) que con una canción titulada "Otro muerto", compuesta por José María Cano, integrante del mítico grupo Mecano, se incluyó en el último álbum publicado por el mejor trío pop allá por el año 1998. La letra dice así:

Otro muerto, otro muerto

qué más da

si esta muerto, que lo entierren y ya ésta.

Otro muerto, pero no es sin ton ni son

de momento se acabó la discusión.

Yo no sé ni quiero,

de las razones

que dan derecho a matar,

pero deben serlo,

porque el que muere,

no vive más.

Otro muerto,

pero qué bonitos son,

calladitos, sin querer llevar razón.

Otro muerto, pero tiene su porqué,

algo ha hecho y si no...pregúntale.

Entiendo que por pura coherencia y dentro de su recién adquirida libertad, cercenada (según él) por un Estado que reprime a aquellos que se atreven a discrepar, a Otegui le faltará tiempo para debatir y contraponer argumentos. Supongo (malpensado que es uno) que frente a todos aquellos a los que su organización se llevó por delante, sin más motivo que discrepar de los postulados defendidos por E.T.A. En ello consiste la democracia ¿no?, en la contraposición de las discrepancias...Pero existe un ‘pequeño’ problema: los valientes que se enfrentaron al liberado Otegui, fueron asesinados. Están muertos.

Ahora que vaya él y les pregunte el porqué. Valiente demócrata.