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sábado, 11 de mayo de 2024 | Última actualización: 21:50

Oración por la unidad de los cristianos

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

En unos días comienza la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Desde hace más de un siglo, los cristianos de todas las Iglesias y comunidades eclesiales celebramos esta semana para invocar el don extraordinario por el que el Señor Jesús oró durante la última Cena, antes de su pasión: “Para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21).

El Concilio Vaticano II, del que estamos celebrando el 50º Aniversario, dio un fuerte impulso a la búsqueda de la comunión plena entre todos los discípulos de Cristo, en la profesión de la misma fe, en los sacramentos y en la jerarquía, y al Octavario de oración. Esta cita espiritual une a los cristianos de todas las tradiciones y nos hace más conscientes a todos de que la unidad hacia la que tendemos no podrá ser sólo resultado de nuestros esfuerzos, sino que será sobre todo un don recibido de lo alto, que es preciso invocar siempre. En palabras del Santo Padre, la unidad es “un don de Dios, que nace del Espíritu”, que “surge de la oración perseverante y la conversión, y que hace vivir a cada uno según la verdad y la caridad” (Exhort. A. Ecclesia in Medio Oriente”, n. 11). Este “ecumenismo espiritual’, de que habló el Concilio Vaticano II, es el alma del verdadero ecumenismo; y lo hemos de promover en parroquias, conventos y monasterios, en las familias, en las escuelas y en los seminarios. La oración por la unidad y la conversión a Cristo y su Evangelio son el camino principal para alcanzar la comunión plena, porque caminando unidos hacia el Señor y dejándonos transformar y convertir por Cristo caminamos hacia la unidad en la verdad y en la caridad.

La unidad ecuménica no es ni confusión, ni uniformidad de las tradiciones y las celebraciones; el camino para llegar a ella es haciendo nuestra la oración de Jesús al Padre de que seamos uno. En este Año de la fe, al orar por la unidad de todos los cristianos, se nos ofrece la ocasión de redescubrir con alegría y admiración el don de la propia fe para avivar nuestro encuentro personal con Jesucristo y nuestra adhesión de mente y corazón a Él y a su Palabra, el depósito de la fe; una adhesión gozosa que cambie nuestra vida y nos mueva al testimonio ecuménico y evangelizador.

Como Cristo mismo nos indica en su oración al Padre, la falta de unidad entre los cristianos impide un anuncio más eficaz del Evangelio, porque pone en peligro su credibilidad. ¿Cómo podemos dar un testimonio convincente si estamos divididos? Ciertamente, por lo que se refiere a las verdades fundamentales de la fe, nos une mucho más de lo que nos divide. Pero las divisiones existen, y atañen también a cuestiones prácticas y éticas, suscitando confusión y desconfianza, debilitando nuestra capacidad de transmitir la Palabra salvífica de Cristo. Ya el beato Juan Pablo II hablaba del daño causado al testimonio cristiano y al anuncio del Evangelio por la falta de unidad. Este es un gran desafío para la nueva evangelización, que puede ser más fructuosa si todos los cristianos anunciamos juntos la verdad del Evangelio de Jesucristo y damos una respuesta común a la sed espiritual de nuestros días.

Oremos todos de modo más intenso durante esta Semana por la unidad de los cristianos, esperando el día glorioso en que podremos profesar juntos la fe transmitida por los Apóstoles y celebrar juntos los sacramentos.