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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 16:43

Abdicar: un verbo en desuso

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Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.

Nuestro Rey Juan Carlos I, entre otras muchas cosas, ha revitalizado y devuelto a la vida ordinaria un verbo que mucho me temo nunca se había utilizado en España, o al menos no durante varios siglos.

Por eso aunque lo conocía he querido ver la definición en un diccionario normal:

Ceder o renunciar a la soberanía de un pueblo, a dignidades, derechos, ventajas o poderes inherentes a su condición de soberano.

Por lo tanto es un verbo que está reservado a los Reyes, y afortunadamente ya hemos conocido al primer Rey de España en la Edad  Contemporánea, que ha hecho uso de esa facultad.

Habitualmente los reyes en tiempos remotos o morían en el campo de batalla, o en su cama y a edades que hoy consideraríamos como jóvenes.

El discurrir del tiempo, les evitó el privilegio de morir como soldados y ya sus muertes se debían a causas más naturales, y cada vez a edades más maduras normalmente.

Pero con el siglo XX, la longevidad del hombre progresó tan espectacularmente, que al deterioro físico, ha comenzado a agregársele el intelectual, y en países Centroeuropeos, ya ha sido frecuente conjugar al verbo abdicar, como lo hicieron reyes de Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega y algunos más que puedo haber olvidado.

En nuestro caso no habíamos tenido la oportunidad de conjugarlo, pero si “se suspendió el ejercicio del poder real” por Alfonso XIII abuelo de Juan Carlos I, en 1931, cuando después de unas elecciones municipales se marchó al exilió, sin abdicar.

Posteriormente, el 14 de Mayo de 1977 y siendo ya Rey de España D. Juan Carlos I su padre D. Juan de Borbón le “cedió los derechos dinásticos a su hijo” que había heredado de su padre D. Alfonso XIII un mes antes de fallecer en 1941.

Por lo tanto tenemos ante nosotros al primer monarca español, que ABDICA  y sin duda lo hace consciente de su incapacidad física para atender debidamente los deberes propios de su condición de Jefe de Estado y Primer Embajador de nuestra nación en todos los foros internacionales, en los últimos treinta años, en los que se ha granjeado la admiración y simpatía de todos los que le recibieron y a los que agasajó en España, ya que siempre ha sido una persona con una capacidad de socializar, muy por encima de lo normal.

Los republicanos y detractores de D. Juan Carlos I, van a juzgarle únicamente por los últimos cinco años de su mandato, en los que ha habido más sombras que luces, fundamentalmente por la conducta inadmisible de su yerno Urdangarín, tratando de minimizar todos los éxitos cosechados a los largo de los treinta años anteriores.

Probablemente el peso de esa losa, también haya tenido cierta influencia en su decisión de abdicar, pero lo curioso, es que todos esos apóstoles del republicanismo, queriendo o sin querer no quieren darle a nuestro futuro Rey Felipe VI, la posibilidad de demostrar su capacidad y preparación para ejercer su oficio real.

Si echamos la vista atrás, los españoles podemos juzgar fácilmente las consecuencias que nos trajeron tanto la Primera como la Segunda Republica.

Conflictos, problemas y unas guerras fratricidas consecuencias del caos republicano, que hicieron retroceder el progreso de España en muchos años en cada uno de los dos casos.

¿Qué nos ha aportado la monarquía del Rey D. Juan Carlos?

Simplemente cuarenta años de paz y una prosperidad innegable.

Y que conste, que el Rey  constitucional, reina pero no gobierna.

Este Rey al que estamos despidiendo con más pena que gloria en todas las plazas de España, lo único y lo mejor que ha hecho, ha sido ejercer el papel de elemento pacificador en todos los conflictos partidistas, y en el momento que fue necesario (el 23 F) ejercer como Jefe del Estado y tomar las riendas de una nación en peligro.

Aunque solo fuera por su labor conciliadora general, y por su intervención determinante cuando fue necesario, se merece un respeto y una consideración.

Y así parecen haberlo entendido PP, PSOE y espero e imagino que algunos partidos más del arco parlamentario, pero otros con representación parlamentaria y la mayoría de los antisistema y radicales de izquierda extra parlamentaria no dejan de hacer ruido, arrogándose para si mismos a una futura REPUBLICA.

No quieren entender, porque no conviene a sus intereses personales o partidistas, que NI LA MONARQUIA ES PATRIMONIO DE LA DERECHA, NI LA REPUBLICA DE LA IZQUIERDA.

Tanto la una como la otra son de todos los españoles, y por lo tanto el día que Constitucionalmente, se decida que elijamos, lo haremos todos.

Y una vez hayamos elegido, será obligación de todos trabajar por la paz y la convivencia y progreso de todos los españoles, tanto si somos republicanos, como si somos monárquicos.

Yo me siento intelectualmente republicano, porque me gusta elegir a quienes me gobiernan, pero como también soy reflexivo y conocedor de la Historia de España, en estos momentos no tengo nada que reprocharle a nuestra Monarquía, que fue votada con mi voto en contra en su momento, y refrendada por nuestra Constitución.

Me siento absolutamente libre de defender con mis argumentos lo que he vivido.

Hasta siempre y gracias D. Juan Carlos.  Bien venido y suerte D. Felipe.