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jueves, 18 de abril de 2024 | Última actualización: 12:27

Morir en directo

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Anteayer asistimos en directo a una de esas escenas que creíamos solo eran posibles, en Europa, en recreaciones cinematográficas de dramáticos capítulos de las dos grandes guerras del siglo pasado. El general bosnio-croata Slobodan Praliak (72), acusado de crímenes de guerra durante la pasada contienda en Yugoslavia, se envenenaba sorbiendo el contenido de un pequeño frasco, ante los incrédulos ojos de los miembros del Tribunal de La Haya que lo juzgaba y condenaba a 20 años de presión, Praliak, acusado de crímenes de guerra en la zona bosnia de Mostar, es más recordado por haber ordenado la destrucción del histórico puente de aquella localidad en que muchos soldados españoles participaron en misiones de paz y que más tarde cooperaron en la reconstrucción del puente. Hoy, una de las plazas centrales de la ciudad lleva el nombre de España.

Después de las dos guerras mundiales del siglo XX, Europa solo ha conocido otros dos conflictos, ninguno de los cuales enfrentó a países de la Unión Europea: el choque turco chipriota y la guerra de la ex Yugoslavia. Bosnia Hertzegovina fue el país en que el choque conoció más complejidad y virulencia debido a su gran diversidad etnica, religiosa y cultural. Fue también la región en que hubo mayor número de víctimas y mayor destrucción.

El conflicto tuvo como resultado la desmembración de Yugoslavia y la aparición de seis nuevos Estados -Croacia, Eslovenia, Serbia, Bosnia, Montenegro y Macedonia, a los que habría que añadir Kosovo no reconocido universalmente-.

La post guerra de Yugoslavia vino acompañada por un gran esfuerzo internacional orientado a reconstruir material, política, social, institucional y jurídicamente cada uno de los países recién renacidos.

La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), mantuvo durante años una gran Misión en Zagreb con un equipo de 800 funcionarios internacionales encargado de reconstruir Croacia desde todos los puntos de vista, desde crear una policía y unos medios informativos democráticos hasta conseguir el retorno de los miles de desplazados serbios y bosnios que habían huido de sus hogares croatas escapando de una muerte cierta. También fue tarea de la Misión, restaurar el Estado de Derecho logrando juicios justos para los criminales de guerra.

La Misión de la OSCE, vigiló docenas de ellos en diversos tribunales del país. Los casos más sensibles fueron tratados en el Tribunal Penal de La Haya, creado especialmente -a la manera del de Nuremberg- para juzgar los grandes casos políticos.

La tarea de La Haya fue delicada y larga. Las cosas, seguramente, no siempre se hicieron bien. Allí acabo sus días, sin haber conocido sentencia, el ex Presidente Milosevic. Allí pasó varios años encarcelado el legendario general Croata Gotovina, fugado y detenido por la policía española en Tenerife. El joven general fue finalmente graciado, liberado y recibido en olor de multitud en su Croacia natal.

En La Haya acaban de sentenciar a cadena perpetua al general Mladic, responsable de la matanzas de Srebrenica. También juzgaron a Karadzic ex presidente de Bosnia. En la cárcel de La Haya se suicidaron Milan Babic y Slavko Dokmanovic responsables de matanzas en Vukovar y en la Krajina.

El Tribunal, que empezó su actividad en 1993 y en el que tuvo un papel muy relevante la fiscal suiza Carla del Ponte, se encontraba a punto de concluir su larga tarea con el juicio de Slovodan Praliak y sus colaboradores. Inmediatamente después de conocer su sentencia, Praliak tras denunciar la incompetencia del Tribunal y ante los ojos atónitos de los jueces, sorbió un veneno que acabó con su vida en cuestión de minutos.

¿Quién le proporcionó el veneno? ¿Cómo es posible que el reo pudiera asistir a su juicio portando tan mortífera sustancia?

En el Tribunal de La Haya, como es lógico, la pena de muerte esta excluida. Abundan las cadenas perpetuas, los 40 años y los 30 años de pena. Y también , por negligencia o inoperancia, los suicidios.

Ver suicidarse a una persona ante las cámaras, en directo, en un país de nuestro entorno y de alta reputación democrática resulta sobrecogedor. Para muchos, Praliak fue un criminal, para otros fue un patriota. La justicia humana ya no podrá aplicarle la sentencia dictada. Ahora, Dios dispondrá.