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jueves, 9 de mayo de 2024 | Última actualización: 00:09

Malo conocido

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Con frecuencia les he transmitido mi convicción que España –en mayor medida que otros países de nuestro entorno- ha entrado en un nuevo ciclo. Un ciclo que se nutre de un fuerte cambio generacional, el relevo en la Jefatura del Estado, profundas modificaciones en el panorama internacional etc.

El cambio principal, sin embargo, no es ninguno de aquellos rasgos sino el hecho de que por primera vez desde 1975 vamos a enfrentar la próxima fase electoral de las municipales, las autonómicas y especialmente de las generales, con muchas menos seguridades respecto a sus resultados. En los últimos 39 años nuestro panorama político se dividía en dos grupos de partidos: aquellos que tenían posibilidades de alcanzar el poder (el PP y el PSOE) y los que con toda seguridad iban a quedar fuera de él y su esfuerzo se centraba en conseguir entrar en el Parlamento  con el mayor número posible de escaños  que raramente superaba la cifra de dos decenas. La máxima ambición de uno de estos pequeños partidos era convertirse en bisagra, papel que desempeñaron los nacionalistas con las nefastas consecuencias que hemos conocido.

En las próximas elecciones nada se dará por hecho. El PP confía en ganar las elecciones pero no por mayoría absoluta y sus posibilidades de coalición son dudosas. El PSOE no está seguro ni siquiera de quedarse en segundo lugar o si esta posición pasará a ocuparla Podemos. Izquierda Unida, UPyD y Ciudadanos no saben con quién pactar y siguen soñando con ser socio decisivo de quien triunfe y gobierne.

De los nacionalistas, la mayor sorpresa puede venir de Cataluña con un posible descalabro de CiU y la consiguiente victoria de Esquerra Republicana lo que aparte de espolear la autonomía hacia el independentismo, conduciría a la región hacia un empobrecimiento rampante.

Querámoslo o no, el gran cambio en el panorama político que se avecina lo constituye la aparición de Podemos. Ustedes y yo quizá seamos partidarios o críticos acérrimos de esta formación. Las soluciones que aportan llevarían a España a un nivel de aislamiento y pobreza sin precedentes. Pero lo que en ningún caso podemos hacer es culparles de haber nacido y responsabilizarles de los males de la patria. Podemos es la consecuencia inevitable de los desaciertos de una alternancia de dos partidos (el PSOE durante 22 años y el PP-UCD durante 17) que propiciaron la creación de 6 millones de parados, una escandalosa corrupción y un latrocinio generalizado.

Mientras esa situación continúe, Podemos seguirá teniendo caldo de cultivo y razón de ser. Veremos cómo sale de la larga Asamblea que está realizando; si se refuerza su unidad o si empieza su descomposición. Sería raro que en su primera gran concentración sobreviniera su ruptura con el consiguiente debilitamiento.

Probablemente ninguna de las dos posibles coaliciones ideológicas, ya fuera la de izquierdas de Podemos con IU, o de derechas entre PP, UPyD, Ciudadanos y Vox, alcanzará la mayoría absoluta. Solo quedaría, por la tanto, la posibilidad de una Gran Coalición (PP-PSOE) o un Frente Popular (PSOE, Podemos e IU).

Ningún escenario de los descritos es perfecto. Alguno de ellos es escalofriante; casi como para salir corriendo. Pese a todos los pesares yo me inclinaría por lo malo conocido.