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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

Viajes (6). Castellón

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Castellón no tiene la belleza de Cádiz, Gerona o Cáceres, pero es una buena ciudad para vivir. Hay que reivindicar la calidad de vida de las ciudades medianas, de alrededor de 200.000 habitantes, donde es posible recorrer todo el centro a pie, donde en un radio de 500 metros tienes casi todo lo que merece la pena visitar. Donde es posible encontrar mucho de lo que es necesario para vivir excepto lo que es privilegio exclusivo de las grandes capitales: la ópera, los conciertos, el teatro, los museos. Lamentablemente, la descentralización absoluta de la cultura es imposible. Solo gracias a Guttemberg y Lumiere los libros y el cine llegan a todas partes.

En Castellón no hay una oferta cultural arrolladora pero si suficiente, animada por instituciones  como la universidad, la biblioteca provincial y municipal, los dos teatros, una sala de conciertos, varios museos, el casino antiguo, el aula Isabel Ferrer, el ateneo, algunas excelentes librerías  --como Plácido Gómez y Babel--, muchos cines y, en sentido cultural laxo, un estadio de futbol y una plaza de toros.

Casi por encima de todo ello, la ciudad tiene un emplazamiento privilegiado, en un llano, cerca del mar, no lejos de algunas colinas, con Benicàssim al alcance de la mano y con una huerta de naranjos, olivos milenarios, cerezos, almendros como es difícil encontrar en Europa.

Castellón ha mejorado mucho en los últimos decenios. Dar un paseo por el centro partiendo de la Plaza Mayor y recorriendo la Puerta del Sol, la Plaza de la Paz, el Paseo del Rey Don Jaime, la Plaza de María Agustina y regresando por el encantador viejo barrio judío, nos presenta una ciudad limpia y ordenada,  con múltiples esculturas callejeras --en especial las del genial Ripolles--, con numerosas casas unifamiliares en cuyas entradas, con el buen tiempo (que es casi siempre), aun es posible encontrar a los moradores sentados disfrutando del espectáculo del paso de los viandantes.

Todo está ordenado y pulcro, pero lo que ha cambiado la provincia y la ciudad son las tres obras importantes acometidas en los últimos lustros: la universidad Jaime I (UJI), el aeropuerto y el Tram. Para evitar el suspense, empezaré diciendo que aunque soy consciente de que las tres obras son polémicas, y comprendo los argumentos de quienes piensan que las tres han contribuido al abultado déficit de nuestra Comunidad, me siento partidario de las tres  y pienso que de no haber existido aquellas, Castellón habría quedado descolgado de las capitales españolas y reducida a un pueblo engordado.

A la UJI le es aplicable lo que antes decía sobre la cultura. No es fácil implantar centros docentes de enorme prestigio en cada ciudad del país. Los grandes maestros no abundan y España no da para miles de genios. Pero he ahí que la UJI ha logrado construir un precioso campus, en que 15000 jóvenes venidos de toda la Comunidad, de todo el país y aún de más allá consiguen sus licenciaturas diversas con profesores más que respetables, que les ponen en ruta hacia una actividad que desempeñarían con garbo si en España existiera un mercado laboral más potente.

El aeropuerto era dudoso teniendo en cuenta la proximidad de los de Valencia y Tarragona y acaso no hubiera sido tan necesario mientras la economía castellonense se basaba en la cerámica, la agricultura y la industria química. El declive de estos tres campos , sitúa al turismo en el primer plano y para ese sector, un aeropuerto cercano resulta indispensable, en otro caso, los hoteles, los apartamentos, los servicios turísticos de Peñíscola, Oropesa, Benicàssim y muchas otras localidades, van a sufrir lo indecible. Es preciso inaugurar el aeropuerto y que éste florezca como lo ha hecho el puerto, uno de los diez más importantes de España.

En cuanto al Tram, nace del deseo plausible de acercar el Grao a Castellón y no cabe duda que la obra realizada ha embellecido el paseo del Mar  y las calles peatonalizadas del centro aunque la larga obra haya causado mil molestias arruinando muchos comercios de la zona y puesto en duda el objetivo final y es que los usuarios puedan desplazarse desde la UJI al Grao. Tras el gasto efectuado, es urgente dar el empujón final y poner los vehículos en funcionamiento.

Vivir en una ciudad no es siempre fácil. Requiere unas obras de mantenimiento y modernización constantes con las molestias consiguientes. Las contrapartidas son las características de la vida urbana: tiendas, espectáculos, galerías de arte, restaurantes, bares, asfalto. Quien no esté dispuesto a afrontar los inconvenientes, ahí tiene el campo. Pero quien se sienta ciudadano sepa que la innovación siempre tiene un coste.