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viernes, 1 de noviembre de 2024 | Última actualización: 21:55

¡Zas! En toda la boca

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Confieso que el argumento que pretendo desarrollar, me supone un gran esfuerzo de contención, no sólo emocional, si no también evitando el uso de ciertos epítetos, que si bien claros y contundentes, suponen una clara falta de educación, y sólo el respeto debido a los estupendos lectores de este formidable periódico digital, me obliga a centrar la cuestión en unos parámetros de tolerancia que los protagonistas ni siquiera demuestran, ni cuando duermen.

Como todos ustedes conocen, la banda terrorista ETA ha regado de sangre y dolor la reciente Historia de España. Parece que desde el año 2005, las armas han callado, y el sinsentido de su acción criminal pretende encontrar cierta justificación en el turbio contexto del mal llamado "Conflicto Vasco". Los asesinos de entonces (y de siempre) aparecen ante una doliente opinión pública como los protagonistas de una acción generosa, destinada a poner los pilares de una "pacificación" en el seno de la sociedad vasca. No hay que llamarse a engaños; ETA sabe que su carrera criminal había sufrido un hachazo definitivo gracias a la persistente y heroica acción de las Fuerzas y Seguridad del Estado, y de la unión de las principales fuerzas políticas a nivel nacional.

En el ámbito de Euzkadi, sin embargo, la Iglesia ha jugado un papel absolutamente contrario al mensaje del Evangelio. Desde posturas claramente nacionalistas, amplios sectores de la Iglesia vasca han comprendido, cuando no jaleado, a los propios terroristas, y si bien criticaban (pero no muy alto) el uso de la violencia como método de confrontación en defensa de unos intereses independentistas, enseguida rebajaban el contenido de su crítica al considerar que se estaba en un contexto de "conflicto", y por tanto, en la medida en que se consiguiera el anhelo de independencia del País Vasco y Navarra, la lucha armada cesaría. Desde esta premisa, la Iglesia Vasca ha dado la espalda a muchísimas personas víctimas del odio de ETA, con actitudes desde el silencio hasta un rechazo nunca bien explicado. A nadie se le puede olvidar los cadáveres de Guardias Civiles acribillados por terroristas, sacados a hurtadillas como si fueran los asesinos, o la dificultad de organizar un simple funeral en parroquias de Bilbao o San Sebastián en honor a las víctimas del terrorismo. Un velo de silencio y cobardía se ha interpuesto, durante demasiados años, entre las víctimas del odio de ETA y numerosos sacerdotes pertenecientes a las diócesis vascas.

El silencio cómplice denigra más que las acciones malvadas de los propios terroristas. La Iglesia Vasca jugaba a ser "equidistante", es decir, situarse en un plano de ambivalencia pretendidamente moral, que en la práctica suponía aislar a todos aquellos que se negaban a sacrificar libertad y vida por el mero hecho de no compartir los postulados impuestos con los únicos argumentos de las balas y las bombas. Actuaciones de José María Setién y en menor medida de Juan María Uriarte, ambos sacerdotes y Obispos de la diócesis de San Sebastián, desde los años 1979 a 2010, no sólo considero que eran profundamente anticristianas (por su claro posicionamiento frente a las víctimas), a veces, provocaban náuseas. Ojo y sin que la Conferencia Episcopal Española haya movido un dedo en este tema: frente a la contundencia que revisten temas como el aborto o la contra concepción, en donde el primero supone la excomunión automática para quien practique o colabore en un acto de aborto, NUNCA ha existido un pronunciamiento por parte de los obispos españoles contra los terroristas de ETA en particular, ni contra el terrorismo de su especie en general que suponga una excomunión.  Y se supone que un asesinato con balas también comporta muerte, ¿no?. Usted aborte que es expulsado o expulsada ipso facto de la Iglesia Católica. Usted milite en ETA, eso es otra cosa: excomunión no.

¿Usted lo entiende? Yo tampoco.

Pero la tendencia está cambiando, desde el año 2010, esta dificilísima sede episcopal se encuentra regida por don José Ignacio Munilla, anterior Obispo de Palencia, y por lo que parece nada sospechoso de comulgar con el ideario nacionalista antes que con el Evangelio. En pocas palabras, ha puesto coto a los desmanes de tan temida feligresía, lo que le ha comportado una carta abierta en donde casi cien sacerdotes, critican la forma de regir la Iglesia del Obispo Munilla, alejada de la cultura "propia" y del cariz sesgado al que estaban acostumbrados. Esos mismos sacerdotes tan exquisitos en la defensa de sus postulados, jamás osaron ni escribir dos letras a la banda terrorista ETA para reivindicar un derecho mucho más importante: el de la vida. Hasta ahí podíamos llegar.

El 31 de julio, la festividad de San Ignacio de Loyola, patrón de Guipúzcoa y fundador de la Compañía de Jesús, es muy celebrada en la localidad natal del santo, Azpeitia, en donde se erige un formidable santuario del siglo XVII, justo en el mismo lugar donde nació y creció el primer jesuita. El Obispo de la Diócesis preside una solemne celebración religiosa a la que asisten numerosos sacerdotes y casi toda la clase política, este año el lehendakari Íñigo Urkullu, y el Diputado General de Gipúzcoa Martín Garitano, el primero del PNV y el segundo de EH-Bildu, nada sospechosos ambos de ser "españolistas". Las homilías de Setién y Uriarte en tan importante ocasión, procuraban nadar y guardar la ropa, matar es malo pero si se les ayuda a estos chicos de ETA, igual rectifican, oye que las cosas por parte del Gobierno de Madrid siempre complican, y si ellos matan los policías torturan....

Munilla no ha seguido esa estela y así le va, con el patio parroquial revuelto (de lo que me alegro infinito), y este año en la Homilía acostumbrada, y delante de los prebostes del nacionalismo de ambas orillas (el moderado del PNV y el radical de EH-Bildu) ha tirado por tierra el "derecho a decidir" tan manido por esos mismos políticos, y enunciado durante décadas como único medio para acabar con ETA, contraponiendo al mismo una simple cuestión: "¿De qué te sirve una libertad que te conduce al abismo?" ... mejor expresado imposible, mayor valentía no cabe. Dicho en una jerga más de calle: ¡Zas! en toda la boca.

Y yo me alegro.