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viernes, 1 de noviembre de 2024 | Última actualización: 21:55

El puente

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Rafa Cerdá. Abogado.

Aunque parezca una fecha muy lejana, dada la intensidad informativa de estos últimos tiempos, el pasado 25 de septiembre se celebraron elecciones al Parlamento Vasco. En ellas, el Partido Nacionalista Vasco cosechó un buen resultado, 28 escaños aunque alejados de la mayoría absoluta de la cámara (compuesta por setenta y cinco diputados), mágico techo que permite a una formación política gobernar sin contrapartidas ni hipotecas.

La política vasca siempre se ha caracterizado por su complejidad, sin que ningún partido o coalición electoral haya obtenido nunca una mayoría holgada. La atomización del Parlamento no es más que el fiel reflejo de una sociedad convulsionada por el fenómeno terrorista de ETA sufrido en las últimas décadas.

Este difícil escenario requiere de soluciones complejas, lo que no es en absoluto equivalente a soluciones cobardes. Dicho de otro modo: la derrota de ETA y su abandono de las armas (por mucho que se camufle por ‘altos al fuego’, ‘treguas’ y demás eufemismos) no debe comportar un precio político. El silencio de las bombas, el cese de la extorsión y del chantaje, no puede ser devuelto con la asunción del ideario político de ETA: una hipotética Euskal Herria de corte socialista independiente de España y alejada de Europa.

El candidato del PNV a revalidar su condición de Lehendakari, Íñigo Urkullu, ha conseguido ultimar un acuerdo con Idoia Mendia, líder del Partido Socialista Vasco, para la conformación de un gobierno de coalición. El contenido del pacto, y la forma del nuevo gabinete autonómico todavía no han sido hecho públicos pero se trata a mi juicio de una muy buena noticia dentro de la trepidante vida institucional que caracteriza a nuestro país.

En primer lugar, despeja un eventual escenario de confrontación territorial al estilo catalán, los socialistas son conscientes que un apoyo a un proceso independentista vasco sería el tiro que rematara su fragilísimo estado como partido, con lo que la andadura del nuevo Gobierno Vasco no se escorará a un escenario de ruptura. Como segunda y principal razón, la política vasca recupera un puente entre un partido constitucionalista y otro de naturaleza soberanista: ambas organizaciones son conscientes que un escenario de bloques entre independentistas y unionistas, llevaría al límite a una sociedad que comienza a atisbar el final de la violencia terrorista, y con todavía muchas heridas en su seno.

Veremos la marcha de los acontecimientos. Cuando la política vasca da muestras de entendimiento, el escenario nacional suele salir beneficiado; el diálogo como cauce, la voluntad de entendimiento como guía y el acuerdo como objetivo son siempre sinónimos de acierto. Quizás peque de optimismo pero un puente se ha abierto, sólo queda cruzarlo.