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sábado, 7 de diciembre de 2024 | Última actualización: 19:51

Paiporta

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Paiporta es un pueblo de 27.000 habitantes situado a 5 kms de Valencia. El martes 29 de octubre se vio particularmente golpeado por la DANA. 70 de sus vecinos perdieron la vida, la casi totalidad de sus viviendas se vieron inundadas o destruidas. El pueblo quedó sin electricidad, agua, gas, sin alimentos ni medicamentos. En los seis días siguientes y pese a las buenas palabras de Sánchez prometiendo enviar toda la ayuda que Mazón le pidiera -como si Valencia fuera un país extranjero -, a Paiporta, el punto cero de la tragedia, no había acudido más que la ayuda de voluntarios procedentes de Valencia y de pueblos vecinos. La tensión en el lugar, con los muertos sin enterrar, con las calles obturadas por los desechos arrastrados por la ola y por los vehículos apilados, era extrema.

En esas circunstancias, ayer día 3, alrededor de las 2, aparece en el pueblo una visita de máximo nivel compuesta por nuestros Reyes y los Presidentes de España y de la Comunidad valenciana, protegidos por un séquito de más de 50 personas de seguridad y de medios informativos.

La recepción no pudo ser más airada: al grito de "Asesinos", los visitantes recibieron barro y otros objetos sólidos que causaron heridos. Pero los Reyes se mantuvieron firmes y, acompañados por Mazón, se mezclaron con los vecinos, buscando el diálogo, intentando consolarlos y calmarlos. Sánchez fue evacuado en el minuto uno.

Hasta aquí los hechos que hemos visto repetidos en la televisión hasta la saciedad. ¿Qué se esconde tras ellos?

-Los Reyes tenían la obligación moral y política de hacer este viaje. Su obligación es estar con el pueblo a las maduras -premios, celebraciones, desfiles- pero también a las duras -accidentes, funerales catástrofes-. No fue una buena idea acudir acompañado por Sánchez que, como todos sabemos, no puede aparecer en público sin ser abucheado.

-La visita no fue bien organizada. Debía haber venido precedida por miles de soldados, policías, guardias civiles, bomberos acompañados de maquinaria pesada que iniciaran la limpieza de la ciudad. No fue así y Paiporta se sentía desasistida, considerando la visita como oportunista.

-No hubiera sido difícil pulsar el ambiente del lugar y la posible reacción del lugar, un pequeño pueblo. El CNI, los sociólogos y los numerosos asesores del gobierno hubieran podido pronosticar con precisión, la temperatura emocional del pueblo.

-La actitud de los Reyes fue impecable. Aun en plena tensión, desoyeron las recomendaciones de su equipo de seguridad y se mezclaron con un pueblo airado con el que dialogaron y con el que intercambiaron palabras de calma y ánimo. Mazón los acompañó en todo momento; no así Sánchez que dio pruebas de un carácter endeble, aunque bien es cierto que su riesgo era mucho mayor; la masa iba a por él. Su gesto le acompañará el resto de sus días.

-Mayor bajeza se le ha visto al responsabilizar al Rey del fracaso de la operación por haberse empeñado en la visita y en su configuración. Lo más probable es que el Presidente, deseoso de lucirse con una visita inexcusable, quiso escudarse tras el prestigio real que pensó le eximiría de los insultos. No fue así, pero Sánchez encontró una fácil explicación: los que vociferaban y lanzaban barro -todo un símbolo, el lodo- eran de ultraderecha, fascistas; un insulto a aquellas gentes que quizá habían perdido familiares, amigos y sin duda, sus hogares.

Desde el principio, la operación DANA se enfrentó mal. No se trataba de que el Gobierno apoyara a la Autonomía como si se tratara de un país extranjero -con menor diligencia con que se atendió a Marruecos tras su terremoto- sino que es el Gobierno el que debe responsabilizarse desde el principio la operación cargando con su éxito o su fracaso.

En este sentido, Mazón se dejó engañar. Probablemente se sentía muy importante teniendo a siete ministros del gobierno central trabajando a las órdenes de cinco de sus consellers que se responsabilizarían de asuntos tan vitales como sanidad, infraestructuras, vivienda, empleo y seguridad.

Ahí tenemos un mal ejemplo de la España de las autonomías en que el Gobierno Central desaparece, los consellers se convierten en superministros y el President se siente encantado de pedir: hoy 500 militares, mañana 5.000 y de paso el Jefe del Alto Estado Mayor. Me parece una actitud provinciana que difícilmente conseguirá honores cuando todo esto acabe y que, por ahora, se está llevando palos.

Continuará.