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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 11:21

¿Solo reconstruir?

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Enrique Domínguez. Economista.

 Hacia la nueva normalidad

Estamos ansiosos por pasar de fase; pensamos que la salud es lo más importante pero, cada vez más, lo económico va pasando a primer plano creyendo, qué necios, que lo de la salud ya está camino de ser superado. Porque vamos hacia la nueva normalidad.

En la semana previa al cambio de fase, hasta algunos se han permitido innovar en un campo ya muy trillado como es el de las manifestaciones: en coches (por aquello de guardar las distancias que impone la fase) y con banderas; lo triste es que, en lugar de usar las banderas del partido que las convoca, se utiliza la bandera que, en principio, representa a todos los españoles y, claro, así consiguen que, al apropiarse unos de lo que es de todos, se devalúe su papel como bandera.

Somos conscientes, y así lo afirman multitud de estudios de expertos, de entidades oficiales, del Banco de España, de la UE, del propio Gobierno; que estamos ya en una profunda recesión económica que se amplificará si no se reanuda pronto la actividad. Recesión que nos afectará bastante más que a otras economías por las características de la nuestra y, también, por la escasa o nula capacidad para asumir que esto es cosa de todos, que hay que arrimar el hombro y guardar las críticas políticas para cuando sean las elecciones.

Y lo vamos a pasar peor que otros países porque no se atisba un mínimo de inteligencia para afrontar nuestros problemas. Unos creen que lo podrán hacer mejor que el actual gobierno y éste piensa que no necesita a nadie para alcanzar la meta, que solo él lo sabe todo y que no precisa que otros le enmienden la plana; en fin que se creen todos que son líderes cuando de esto tienen poco. Porque se sigue pensando que el partido es lo primero en lugar del servicio a los ciudadanos.

Pero, a lo que iba. En estos momentos, suponemos que lo sanitario está controlado (qué gran error) y nos comportamos, en bastantes casos, como si todo ya hubiera pasado (más en los jóvenes) y, aunque llevamos nuestra mascarilla (ahora obligatoria) todavía hay gente que no la lleva o la utiliza como tapacuellos. Y pensamos en cómo reactivar lo más rápidamente posible la quebrada economía provincial.

Aunque el turismo apenas supone el doce por ciento (seguramente es menos) del PIB provincial y, en nuestro caso, el turismo extranjero apenas representa una quinta parte del total, queremos que las playas, los chiringuitos, las terrazas, los restaurantes estén disponibles. Otra cuestión es si los propietarios piensan que con las restricciones que se les imponen, les será rentable la apertura.

Y también pensamos en las rebajas que, de cara al verano se llevan a cabo y que los comercios las necesitan. Habrá que evitar las aglomeraciones pero seguramente el “bichito” ya no está por aquí. Y cines y teatros, aunque de cara al verano tienen poco atractivo, excepto los de verano, y estos son muy pocos.

Y pensando también en las fiestas locales, en los bous al carrer y en lo que ello representa para la economía de muchos de los pequeños municipios del interior. Aquí creo que los consistorios son más serios y, posiblemente, las aplacen o suspendan. Aunque el problema económico se acentuará.

¿Y qué decir de las playas o las piscinas? ¿Cómo se conseguirá que acudan solo los que logren hora o sitio? ¿Habrá la suficiente policía para controlarlo o somos tan formales como los coreanos que nos autoimponemos lo que hay que hacer? (Aquí hay que recordar que en Corea del Sur, tras la apertura y, a pesar del fuerte control personal asumido y querido por los coreanos, han tenido que cerrar establecimientos de restauración y ocio por nuevos contagios). Y hay bastantes virólogos y expertos que hablan de nuevos rebrotes en julio, cuando, según el Gobierno ya podremos ir a la playa, ya tendremos futbol desde el mes anterior y ya estaremos en la nueva normalidad (no por mucho madrugar, amanece más temprano).

Tras la nueva normalidad

La verdad es que la primera vez que oí lo de “nueva normalidad” me sonó a película futurista. Reflexionando sobre lo que se quiere decir con ello, entendí que el término no encaja. Se dice que la nueva normalidad se da al final de las tres fases y que será la situación antes de que se descubra una vacuna o medicamento que permita tratar al COVID-19 como una enfermedad crónica más.

Si eso es así, deberíamos hablar de pre-normalidad ya que, el aceptar lo de nueva normalidad implicaría creer que esa es la que se va a tener en el futuro: una sociedad más controlada, más dirigida, más borrega y con el síndrome de Estocolmo cada vez más en el horizonte.

Pero, ¿a qué aspiramos en lo económico? ¿A reconstruir lo que tenemos o a modificar también lo que ya teníamos? Está claro que el cese radical que han sufrido muchas firmas, la mayor parte de ellas microempresas o autónomos, va a tener muy difícil la vuelta y, es posible que bastantes de ellas cierren, con lo que el número de parados crecerá de forma relevante.

Pero, ¿queremos que nuestros sectores sigan comportándose de la misma manera, sigan siendo los mismos; que las empresas que se mantengan, continúen con la misma problemática, con los mismos mercados, con la misma tipología de productos, con las mismas formas de venta, con las mismas rutinas? ¿O queremos, mejor deseamos, que sean firmas más dinámicas, más innovadoras, más competitivas, más fuertes, con trabajadores más formados, más preparados, con mayores niveles de investigación, básica y aplicada, con infraestructuras más adecuadas, con nuevos sectores?

Está claro que primero hay que reflotar las firmas que tenemos para lo que la capacidad de consumo de los ciudadanos es importante y la capacidad para poder exportar sin problemas es fundamental, así como la de recibir a los clientes de cualquier parte del mundo. El teletrabajo y las videoconferencias han permitido, y lo permitirán cada vez más, reducir la necesidad del contacto personal para entablar, conocer o formalizar una venta; el comercio on line también está para quedarse y crecer. Pero, ¿vamos a seguir haciendo lo mismo?, ¿queremos una economía castellonense tan estacional? ¿Seremos capaces de modificarla? ¿Queremos dejar de ser un país de personas no adecuadamente formadas y pasar a serlo de trabajadores con amplios conocimientos en las diferentes actividades?

¿Queremos que nuestros sectores, tras ser reconstruidos, se queden como estaban antes de la pandemia o aspiramos a algo más? (Turismo muy estacional y de sol y playa sobre todo; sector cerámico puntero en calidad pero que vende a precios ajustados, a diferencia de Italia; sector agrario con graves problemas, con escasa fuerza y marcándoles otros los precios; o un sector comercial poco dinámico y con un grado de coordinación y formación mejorables;…).

Suponemos como hipótesis, y es mucho suponer, que el tema sanitario está controlado y que la vacuna está, no a la vuelta de la esquina pero sí bastante cerca, más o menos a un año vista, y suponemos, también es mucho suponer, que no se darán rebrotes que nos lleven (y esto sí sería peor) a la casilla inicial como en el juego de la Oca. En fin, ¿reconstruimos o mejoramos? ¿Qué piensa usted?