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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 11:25

Los Magos de Oriente

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

El día seis de enero celebramos la fiesta de la Epifanía, más conocida como la fiesta de los Reyes Magos. Epifanía significa ‘manifestación’: el Mesías, que se manifestó en Belén a unos humildes pastores, se manifiesta ahora como la luz de todos los pueblos, de todos los tiempos y lugares. Los Magos, que llegan de Oriente a Jerusalén guiados por una estrella (cf. Mt 2, 1-2), representan las primicias de los pueblos atraídos por la luz de Cristo. Reconocen en Jesús, en aquel niño frágil y humilde, al Mesías esperado. Estos tres hombres, que la tradición popular ha puesto los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, representan a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que buscan a Dios, que cruzan mil penalidades y, al final, lo encuentran. En cuanto divisaron la estrella, se pusieron en camino y se echaron al desierto. No saben por qué van, ni adónde van, pero van. Es la nostalgia de Dios que todo hombre tiene en lo profundo del corazón, que invita a la búsqueda y la fe en ese Dios, hecho hombre, hecho carne, hecho niño.

Los Magos se pusieron en camino y encontraron al Mesías, a Dios mismo. Es el camino del hombre honesto que busca la felicidad y el sentido de la vida más allá de sus satisfacciones inmediatas y materiales. Este camino no está exento de dudas y de oscuridades, pues la estrella se ocultó. Pero es un camino que, cuando el hombre es sincero consigo mismo y se abre a la trascendencia, llegará al portal de Belén y se encontrará con ese Dios, hecho carne, que lo esperaba y le sonríe. Hay otro camino que es triste, pues ni sale, ni llega ni va a Dios. Es el camino del egoísmo idolátrico y ambicioso, representado en el rey Herodes; en vez de acompañar a esos Magos y ponerse en camino, se quedó en su sillón real, temeroso de que alguien se lo usurpase, y nadando en sus placeres materiales, que le provocan una muerte atroz.

Con el nacimiento de Jesús, el Mesías y Salvador, y con su epifanía a todos los pueblos, Dios muestra su deseo y voluntad de iluminar, de salvar y dar vida a toda la humanidad, a todos los pueblos, sin distinción de raza y cultura. Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). La estrella, que guía a los Magos, habla a la mente y al corazón de todos los hombres, también al hombre de hoy. ¿Quién no siente la necesidad de una ‘estrella’ que lo guíe a lo largo de su camino en la tierra para llegar a la plenitud y la salvación? Esta necesidad la sienten tanto las personas como las naciones.

Como los Magos, acerquémonos al portal de Belén con una actitud de búsqueda, de amor y de fe. Adoremos y acojamos al Niño-Dios. Mostremos al Niño-Dios con humildad a nuestro mundo para que Él llegue también a quienes no lo conocen o no creen.