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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

La sexta moción

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Apenas han pasado veinticuatro horas desde que se cerró  la sexta moción de censura de la democracia y existe ya la tentación de archivarla junto con ls cinco anteriores promovidas por Gonzalez en 1980, Hernández Mancha en el 87, Iglesias en 2017, Sánchez en el 18 -la única vencedora gracias al apoyo de la alianza Frankenstein- y la anterior de Abascal hace tres años.

Todas ellas, incluida la ganadora de Sánchez, intentaban no tanto alzarse con el poder, como debilitar al gobierno con miras a su sustitución en las siguientes elecciones generales, siguiendo el ejemplo de Felipe González que tras ser derrotado en su moción, obtuvo una arrolladora victoria solo dos años más tarde, que le mantuvo en la Moncloa durante 14 años nada menos, hasta 1996.

Tanto a Mancha como a Iglesias, la moción les hundió la carrera. La de Abascal, por el contrario, a quien se la arruinó fue a Casado que después de sus lamentables intervenciones contra Vox comenzó a retirarse por el foro.

En general, y aun cuando la moción es un instrumento político perfectamente aceptado por nuestra Constitución, a la opinión pública no acaba de convencerle de ahi el gran riesgo de presentarla e incluso de vencerla, como le está ocurriendo a Sánchez a quien persigue el estigma de no haber conseguido vencer en unas elecciones limpias y haber tenido que apoyarse en alianzas de insomnio con ultraizquierdas comunistas, populistas, secesionistas, republicanas y filoterroristas.

La moción recién cerrada será recordada -u olvidada- por los elementos más anecdóticos del debate: la personalidad del candidato Tamames un nonagenario brillante economista pero voluble político, la ausencia del líder de la oposición, por los insufribles discursos castristas del presidente titular, por la puesta de largo de la candidata de "Sumar" y por lo previsible del voto resultante (201-91-53).

Resultaba sorprendente la expresión de cansancio y susto del candidato durante el transcurso del debate. Es como si hubiera olvidado sus tiempos de diputado. O como si sus anfitriones de Vox no le hubieran advertido de la lluvia de críticas que le aguardaban y de la previsible utilización por el PSOE de la oportunidad que se le brindaba para lucir palmito.

Tamames "solo" tiene 89 años pero aparentaba tener bastantes más. Su discurso, plagado de verdades obvias, no fue más allá de la intervención de un tertuliano de mediano nivel, identificando las carencias obvias de nuestro país: la necesaria reforma de la ley electoral, la defensa del idioma español; la mejora del empleo, la productividad y la industria; la mejor utilización de la energía y el agua; la recuperación demográfica; la crítica de los 132 decretos-ley, la confusión de poderes, la corrupción, la abultada deuda externa y la fragilidad de la educación, la sanidad y la política exterior con especial mención a Marruecos, el Sahara, Gibraltar, Iberoamérica y la Unión Europea.

Y cuando Sánchez y López le afearon su carencia de un programa presidencial y su falta de respeto al honorable foro en que se encontraban, Tamames remontó el vuelo y nos recordó que la guerra civil empezó en el 34 y no en el 36, que en una guerra civil no hay buenos ni malos y que las Cortes se habían convertido en un foro crispado y enfrentado al borde del infarto.

Fue, en buena parte, la intervención de un anciano entrañable que esperaba un trato de favor en razón a su edad, pero no lo tuvo y algunos rufianes como el PNV, ERC y la CUP se ensañaron vilmente con él.

Fue, en definitiva, una moción prescindible que previsiblemente no modificará las intenciones del respetable público  con miras a las elecciones de Mayo y Diciembre. Aunque si lo que Vox pretendía era alcanzar visibilidad, su objetivo fue alcanzado ya que pocas mociones han tenido tanta audiencia como la del profesor Tamames.