El Parlamento Europeo acaba de votar el nombramiento de Teresa Ribera como Vicepresidenta para Medio Ambiente de la Comisión Europea. El PP Europeo, los Socialistas y los liberales se han puesto de acuerdo en ese voto pese a la resistencia del PP español que solo ha conseguido incluir un adendo no vinculante en el sentido de que si resultara imputada por su gestión de la DANA Valenciana, sería destituida del cargo europeo.
Me he tomado la molestia de revisar biografías de la señora Ribera y todo lo que aparece sobre ella, sobre sus padres, su esposo, sus hijos y demás familia son solo éxitos y piropos. Nadie parece recordar los 500 movimientos de tierra provocados en el norte de Castellón como consecuencia de su nefasta gestión en el caso Castor y la construcción de un deposito de gas submarino.
Tampoco recuerda nadie unas lamentables declaraciones recién nombrada ministra, afirmando que el coche Diésel no tiene ningún futuro con la tormenta que ello conllevó en las fábricas de automóviles y en su personal.
Y tampoco ahondan en la saga de los Bacigalupo a la que pertenece el marido de la Sra Ribera, vinculados a casos oscuros de nuestra judicatura desde el comienzo de nuestra democracia con casos tan tenebrosos como los GAL, Filesa y Sogecable, en que Gomez de Liaño fue condenado por prevaricación y más tarde rescatado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Esperamos que en la Unión Europea la Sra Ribera actúe con mayor acierto con que lo ha hecho en España. Debemos destacar, sin embargo, que la complicada operación diplomática que ha llevado a nuestra compatriota a la Comisión, va a tener consecuencias políticas mucho mayores que las imaginables.
No es que la Sra. Von der Leyen tuviera un interés especial en la Ribera, sino que el equilibrio de fuerzas existente en Bruselas, forzaba a admitir a un paquete de candidatos simultáneamente sin que fuera posible dejar fuera a un candidato individualmente por sospechoso que fuera. Y el nombramiento de Ribera arrastró con ella al comisario italiano Rafaelle Fitto y al húngaro Oliver Varhelyi ambos pertenecientes a partidos ultraderechistas de Meloni y Orban.
Y ahí se desmonta una de las tesis que desde hace años viene sustentando el delicado equilibrio de Sánchez con sus aliados Frankenstein sobre la base de trazar una línea roja que demonizara a Vox y a sus aliados de derechas.
Sánchez acaba de borrar la línea roja. En Bruselas los ultras de los Conservadores y Reformistas Europeos de Meloni y los Patriotas por Europa de Orban entran en la Comisión de la mano de los socialistas europeos.
De ahora en adelante será difícil que Sánchez convenza en España a sus aliados que un pacto de derechas PP-Vox es menos digno que el Frankenstein.
Pero, por añadidura, la alegría del Gobierno por tener a su correligionaria en Bruselas se ha apagado pronto porque precisamente hoy Victor Aldama se ha cansado de mutar sus paseos en Ferrari, por todo un mes en la trena y ha empezado a tirar de la manta declarando haber hecho donaciones en efectivo a Santos Cerdán (número tres de Sánchez), Abalos (ex número dos) y Koldo (un mandado). Y también ha mentado sus contactos y proyectos con Begoña y -¡ojo!- con Teresa Ribera sobre la España vaciada. ¡Qué inoportuno este Aldama!