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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 23:00

El discurso del Rey, 2021

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Por octava vez desde que en 2013 accedió al trono, el Rey Felipe VI se ha dirigido al país con el breve discurso habitual de 15 minutos, abordando los principales asuntos que preocupan o deberían preocupar a la nación.

Este año los temas tratados eran particularmente previsibles:

-El volcán. Tras 85 días en erupción, el volcán de La Palma se ha calmado. Ha destruido miles de casas, desplazado a cerca de 10.000 personas, destrozado miles de hectáreas, aunque afortunadamente solo ha causado una víctima mortal indirecta. El Rey llamó al apoyo y solidaridad con la isla.

-La pandemia. Felipe VI alabó la forma correcta en que los españoles estamos enfrentando la pandemia, con un 80% de la población vacunada aunque con la necesidad de seguir actuando con suma prudencia.

-Economía. Una buena parte de la sociedad se encuentra en difícil situación económica y deberá reciclarse con miras a hacer frente al nuevo panorama laboral que se presenta, con nuevas tecnologías y la robotización industrial.

-Ejemplaridad. Cada uno de nosotros, desde el Rey al último ciudadano, debe actuar responsablemente desde su posición, mostrándose ejemplar y correcto.

-Constitución. Debemos respetar y defender la Constitución, viga maestra del Estado y garante de la unidad del país, practicando la acción política con equilibrio y moderación.

-Unión Europea. La confianza en ella es esencial para que nuestro continente sea capaz de enfrentar el convulso mundo que se avecina.

Por supuesto el discurso se mantuvo en un plano elevado de indefinición, evitando entrar en cifras y detalles así como molestar a nadie. Aunque siempre habrá quien se sienta molesto, así Unidas Podemos por no haber mencionado al Rey Emérito o los separatistas por las referencias a la unidad de España y respeto a la Constitución.

Es evidente que el Rey Felipe VI y antes Juan Carlos I, no son quienes escriben sus discursos. Un primer borrador es producido en Zarzuela, supervisado por el Rey y revisado ulteriormente en Moncloa.

Es también obvio que el deseo de estos discursos navideños es no levantar polémica, sino mostrar la cercanía y solidaridad real con los asuntos más acuciantes que se han producido en el país en el curso del año.

El texto parece sencillo, pero no es nada fácil prepararlo. Debe moverse en un plano suficiente de indefinición, debe evitar el lenguaje esotérico o excesivamente técnico, ser de fácil comprensión a la primera lectura por el espectador medio. Y aunque el redactor inicial es una sola persona, esta debe estar preparada a que su texto va a ser revisado cien veces, ampliado, recortado hasta llegar a la lectura final. Lo digo con conocimiento de causa pues fui speach writer en no pocas ocasiones.

El discurso de este año fue particularmente equilibrado y digno del consenso que casi alcanzó. Si algunas objeciones formales cupiera hacer, haría estas dos: en el canal de televisión en que lo seguí y no recuerdo cuál era, la pantalla venía dividida en dos partes iguales. En una aparecía el Rey y en la otra con la figura aún mayor, el intérprete para espectadores sordomudos.

La segunda objeción es que aun cuando Su Majestad ha mejorado mucho en voz y lectura en los últimos años, debería seguir algún curso especial de movimiento de manos y gesticulación. En general la contención es mejor práctica que el exceso de gesticulación.

En conjunto, excelente discurso.