En los últimos días hemos estado presentando algunos de los principales protagonistas del gran thriller en que se ha convertido la vida política de nuestro país. El hermano David, a quien, después de haber hecho alguna fortuna inmobiliaria por el mundo, hubo que buscarle un sueldo fijo en cercanías. El Fiscal General dejó bien claro que no lo es del Estado sino del Gobierno, del propio Sánchez al que sirve perrunamente. La esposa se enredó con la ley al querer hacer carrera por métodos inadecuados a la mujer de un presidente del gobierno.
Hoy le llega el turno al amigo. Propiamente dicho, dudo que el Presidente tenga amigos. Como suele ocurrir con los lideres políticos, a la hora de la verdad se encuentran solos ante las grandes decisiones. Más aun ocurre ello con caracteres egocéntricos como el de Sánchez. Cuesta imaginarle reunido en horas libres tomando café con algún miembro de su gabinete. Como máximo lo vemos con antiguos compañeros de facultad o de baloncesto.
Pero hubo un momento en su vida, cuando se vio en la puerta de salida de su partido, cuando no veía cómo recuperar el mando, en que sí necesitó amigos que le ayudaran y guiaran para volver a mandar en el partido y -si ello fuera posible, como lo fue- alcanzar la presidencia del país. Ábalos fue uno de los pocos que estuvo cerca de él en aquel momento, que le acompañó a bordo del Citroën por toda España, que le recomendó dar el paso para la moción de censura, un mecanismo constitucional no exento de riesgo ya que en caso de perderlo, como había ocurrido siempre en nuestra democracia, habría debilitado aun más al candidato. Pero ya sabemos que Sánchez ganó y Rajoy perdió la presidencia debido principalmente a la traición del PNV que después de haber negociado su recompensa a cambio de su apoyo presupuestario, dio el portazo. Para muchos españoles, desde entonces el PNV y sus dirigentes no son de fiar
Sánchez premió a Ábalos teniéndolo a su lado en puestos de máxima responsabilidad, los Ministerios de Fomento y luego de Transportes y la Secretaría General Adjunta del partido lo que le convertía en número dos de Sánchez y su persona de máxima confianza. Algo lo más parecido a un amigo que ha tenido el presidente.
Ese idilio duró alrededor de cinco años, cuando a finales de 2023 Sánchez empezó a caer en la cuenta de que Ábalos no era de fiar ni en el Gabinete ni tampoco en la coordinación del partido. Nunca dio explicaciones de por qué operó de forma tan drástica con su amigo. Probablemente habría descubierto que su vida privada dejaba mucho que desear y que había negocios sucios de por medio, rasgos ambos desacreditantes para el partido, el gobierno y el propio presidente.
A Sánchez no le tembló el pulso a la hora de sancionar a su amigo. Hubiera podido ser aun más cruel y sacarlo de las listas que le permitían mantener su escaño aunque arrinconado en la bancadas del Congreso, pero desde el que pudo mantener un sueldo y una cierta inmunidad que le ha protegido hasta fecha reciente.
La amistad se ha agotado. Ábalos se ha convertido en el epicentro de todos los escándalos de corrupción actuales que comenzaron en los años de la pandemia, que contagiaron a muchos otros miembros del gobierno y que podría arrastrar al propio Sánchez, a su familia y veremos a cuantos políticos más.
Con este personaje pongo punto final a este mini serial que podría continuarse con otros políticos -el propio número uno, la palmera Montero, Gracita Bolaños, el ex juez Marlaska etc. - pero el ejercicio podría resultar repetitivo en un momento en que entramos en una nueva Era mundial, con Trump II en La Casa Blanca, con el alto el fuego en Oriente Medio, quizá pronto en Ucrania.
Y todo esto son ya palabras mayores.