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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 11:03

De tal Parlamento, tal país

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

No es la primera vez -ni será la última- que la actividad de nuestro Parlamento nos averguenza. El espectáculo ofrecido el pasado jueves dia 3, fue como para evitar volver a asomarnos a sus sesiones. Que hagan lo que deseen sus señorías pero que lo hagan sin que tengamos que testificar sus dislates.

Sabemos que esos 350 diputados nos representan a los 47 millones de españoles, o al menos eso nos han asegurado. Andamos aviados, porque desde el día 3 ya sabemos qué clase de gentes son los diputados y qué clase de gentes somos todos nosotros, los representados.

Somos un país de mentirosos ya que uno de los miembros de la sala -y nada menos que la presidenta Sra Batet- no tuvo ningún reparo en asegurar que la mesa de las Cortes ya se había reunido para dar por bueno el voto telemático equivocado emitido por el doliente Sr Casero, cuando pronto supimos que dicha mesa no se había reunido.

Somos un país de necios, cuando a un tal Alberto Casero, de profesión culiparlante, al que pagamos generosamente solo para que sepa cómo apretar un botón, cuando llega la hora de pulsarlo, es incapaz de hacerlo correctamente y luego le echa la culpa a la cibernética.

Un país de tramposos, en que un partido que hasta hace poco considerábamos como de lo poco noble y decente de España, Unión del Pueblo Navarro, se empeña en expulsar de sus filas a sus dos representantes en las Cortes, los señores Sayas y Adanero, por haber votado de acuerdo con sus principios que fueron los que siempre defendió su propia formación.

Un país de inmaduros en que en cuestión de minutos somos capaces de pasar de la tristeza y desorientación a la euforia desbocada puesta de manifiesto con abrazos y gestos propios de un centro sanitario antes que de la cámara más selecta de nuestra vida política.

Un país de incompetentes, donde la elegante Yolanda Díaz es incapaz de ponerse de acuerdo con sus aliados del grupo Frankenstein y tiene que valerse del apoyo vergonzante de partidos veleta como Ciudadanos.

Un país de falsarios liderados por Pedro Sánchez que no dudó en trampear con la presidenta del Congreso, con la mesa, con los partidos afines y los rivales, todo ello para lograr dividir a España con una victoria por un solo voto y aún éste, por error.

Todo ello sin mentar la arrogancia cutre de los rufianes, la agresividad anti española de los bildus o la aparente civilizacion de los JxCat.

Un país, en definitiva, en que somos capaces de pasar meses intentando hacer

reformas mínimas en un decreto-ley laboral que apenas retoque la ley adoptada por el Partido Popular, que estaba logrando crear medio millón de puestos de trabajo anualmente y que no es nada seguro logre funcionar al mismo ritmo con el nuevo y discordante equipo.

Perdonen por los insultos, que el autor de esta columna se atribuye en primera persona. Ya ven a qué resultados terribles nos conduce cuando nos tomamos muy en serio aquello de la representación parlamentaria de la soberanía popular. Por favor, corríjanse señorías.