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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 14:48

¿De nuevo las naranjas culpables?

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Enrique Domínguez. Economista.

A pesar del cambio de color en el equipo de gobierno municipal en la capital provincial se sigue actuando igual, mejor dicho, peor; se sigue matando al mensajero en lugar de atajar el problema de raíz o, al menos, de poner en marcha medidas que lo palien.

El hecho al que me refiero tiene que ver con el color que desde el inicio del invierno se aprecia en algunos de los árboles que cubren las aceras de nuestras calles; y, por supuesto,  no me refiero al color verde que impera en todos ellos todo el año sino al anaranjado que sólo tienen los frutos del citrus aurantium, el naranjo amargo, o sea, el taronger bort que, además de su función clorofílica, permite dar un toque de alegría al monocorde color verde, aunque en diferentes tonalidades, de encinas, almeces y demás arbustos y árboles decorativos.

El hecho que provoca este comentario es bastante nimio y, si se quiere, marginal, pero como ciudadanos debemos mostrar nuestra disconformidad en aquellas cosas que consideremos no correctas y, al mismo tiempo, proponer o sugerir soluciones alternativas a las adoptadas. O drásticas si no se hace caso.

Creo que ya es el tercer año en el que se procede a mitad de enero, por la empresa de mantenimiento de la ciudad y siguiendo órdenes, a quitar todas las naranjas de los árboles de algunas calles de la ciudad (por suerte, algunas de ellas se salvan). El argumento principal es que en esas calles o en su proximidad hay salas de ocio nocturno y hay personas –yo los llamaría desaprensivos- cuya diversión consiste en coger naranjas y tirárselas o aplastarlas en el suelo; el resultado, una mancha blanquecina que tarda bastante tiempo en desaparecer.

Este año me han dado otras causas, más o menos peregrinas; me han dicho que las fiestas de la Magdalena están próximas o que las quitan porque las naranjas se caen.

Y este año se han incrementado las calles y las zonas en las que se ha procedido a eliminar las naranjas de los citrus aurantium: Tenerías, Rafalafena, avenida del Mar, y aledaños. Posiblemente haya más calles en otras zonas, de ocio nocturno o no, con naranjos amargos recolectados, aunque lo desconozco.

La solución del ayuntamiento, del anterior y de éste, es la más fácil, eliminar la ocasión y evitar el problema; es decir, quitar las naranjas, todas las naranjas; o sea, matar al mensajero. Vigilar para que esos hechos no ocurran es, seguramente, demasiado caro aunque serviría para, al menos, concienciar a los responsables de sus dañinas actuaciones.

Y ahí va la sugerencia para la concejalía responsable del embellecimiento de nuestras calles y, en este caso, de la eliminación de la agradable nota de color que producen los frutos de los naranjos amargos. Como no somos una ciudad con un elevado número de ciudadanos proclives a jugar en equipos de baloncesto, se podría indicar a los trabajadores del servicio de mantenimiento que dejaran las naranjas situadas, por ejemplo, a más de 2,25 ó 2,50 metros del suelo. De esa manera, ellos trabajarían menos, harían más rápida su labor y los ciudadanos disfrutaríamos de ese color anaranjado hasta que se decida a su tiempo quitarlas todas. Y, además, y sin vigilar a esos energúmenos, evitaríamos las manchas blanquecinas que afean el suelo durante un tiempo.

Éste es un pequeño problema local, fácil de solucionar. Y no a las bravas como se está haciendo. ¿Creen ustedes que esta puede ser una buena propuesta?