Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Fiel a su tradición y a su historia, el pueblo de Castellón se reencuentra en torno a todos los actos que las Fiestas de la Madalena despliegan durante una semana. Breve tregua de escasos días en los que la gente de esta ciudad tiene la oportunidad de celebrar un pasado pleno, un presente lleno de retos y un futuro que se necesita esperanzador. Demasiados zarpazos hemos sufrido desde las pasadas fiestas fundacionales: persistencia del drama del desempleo, dificultades en nuestros sectores productivos, un entorno político y social complicado,... Sin embargo, justo el espíritu festivo que nos convoca a todos los vecinos de esta ciudad, debe ser el acicate para superar el contexto de crisis que nos atenaza. Juntos convivimos en un mismo espacio, del que nos sentimos orgullosos y cuya prosperidad significa una oportunidad de mejor calidad de vida para toda la ciudadanía de Castellón.
‘El día ja és arribat’, no sólo debe significar el llamamiento de todos los castellonenses a participar en el Pregó, la Romería de les Canyes, la Ofrenda a la Virgen,...., implica también que nuestra vivencia como pueblo supone la garantía de la sociedad del Castellón del futuro. Tarea a la que estamos todos y cada uno de nosotros llamados. Disfrutemos un poco del orgullo de sentirnos parte de una historia que se crea día a día en nuestras calles, en los colegios y en los centros de trabajo. Si mejoramos Castellón desde el propio ámbito del trabajo, de la familia, a través de asociaciones y demás entidades, contribuimos a asegurar un progreso social rico y sobre todo dinámico.
En estos días de celebración, tengo bien presentes a ciudadanos de Castellón que, viviendo lejos de su ciudad natal, llevan el buen nombre de su tierra allí donde están, como el antiguo jugador del Deportivo Castellón, Don Manuel Irún Molina, quién a sus méritos deportivos une un Doctorado en Químicas y una formidable gestión en las áreas de Industria y Empresa de la Oficina de la Generalitat Valenciana en Bruselas. Reside en la capital belga hace casi una década y nunca se olvida de la Semana Grande de su tierra, créanme que no podemos tener mejor embajador en el corazón de Europa: rigor, eficacia y una insuperable calidad personal. Todo un castellonero.
A disfrutar de las fiestas, propios de la ciudad y visitantes, son días de alegría y de convivencia. Estoy convencido que nos lo hemos ganado.
