Santiago Beltrán. Abogado.
El verano es tiempo de serpientes, que en el periodismo se relaciona con aquellas noticias que deben llenar los espacios de información que la realidad no ofrece. Y que es hablar de estío es hacerlo de hastío, de cansancio acumulado, de saturación existencial, de relax, descanso y porque no decirlo, de paréntesis temporal, incluso emocional. Es el período canicular, momento especial de olvido y reconciliación personal y familiar. Necesitamos olvidar para vaciar el abotargado compartimento de la memoria, cargado durante todo el año de problemas, estrés, preocupaciones, discusiones, y porque no, de noticias abrumadoras, casi siempre pésimas o al menos peor de lo deseado. Y lo es de reunificación familiar, porque normalmente los hijos vuelvan a casa al terminar los estudios, los parientes conciertan viajes en comandita, a la costa, a la montaña o donde sea; los amigos aprovechan para reunirse y relajarse dando gusto al paladar o al gaznate; y todos en general, nos juntamos más, ya sea en las fiestas populares, en los conciertos, en las colas de los restaurantes o en los establecimientos comerciales, con ocasión de la rebajas.
Es un tiempo diferente al resto, porque en verano no hay escraches, ni paralización de desahucios, ni desahucios, ni manifestaciones laborales, ni por supuesto estudiantiles, no hay dimisiones ni mociones de censura (aunque se anuncien), ni grandes redadas policiales, ni tan siquiera a los jetas se les ocurre evadir impuestos, cuando es ocasión propicia. Nada, o casi nada, de lo que encuentras durante el año se da ahora. Definitivamente, el verano no esta hecho para la protesta, al menos para ninguna que no pueda exhibirse y proclamarse al lado del mar, junto a un chiringuito, con una cerveza y una gamba en cada mano, en lugar de la típica pancarta del frío invierno.
Las noticias no existen porque nadie quiere leerlas ni escucharlas. Los medios de comunicación serpentean entre la inanidad y la mentira, todo para rellenar un espacio, que cuando está completo tampoco importa, por que nadie se da cuenta. El veneno de las serpientes de verano es doblemente peligroso, porque por un lado te adormece y paraliza para que puedas sentirte en un estado de aparente felicidad, pero por otra, te rebaja las defensas hasta el punto que si tienes que hacer el mínimo esfuerzo o simplemente despertarte, tienes las guardia tan baja que no lo consigues.
Lo peor del verano es esto último, que de pronto, ausente de cualquier información con un mínimo de trascendencia que pueda sacarte de la modorra, recibes un sorpresivo e inesperado golpe en la cara, que digo, en el alma, que no solo te devuelve a la realidad sino a la vida misma, a algunos por desgracia a la muerte.
El accidente del tren de Santiago no debía haber sucedido nunca, pero menos en verano, porque salvo los extraordinarios vecinos del barrio de Angrois, y los héroes de siempre (bomberos, agentes de los cuerpos de seguridad, protección civil, personal sanitario, etc.), al resto nos ha pillado con el paso cambiado, tumbados a la sombra y esperando que empiece la liga. Igual para que estas desgracias no ocurran, en lugar de estar siempre serpeteando, escapando de las verdaderas necesidades de la gente o lanzando mordeduras venenosas a diestro y siniestro, lo aconsejable sería evitarlas, poniendo los remedios e inversiones necesarias a tal fin y no eliminándolas del presupuesto, porque esta visto que el factor 'error humano' es demasiado influyente en esta clase de siniestros y tantas personas no pueden depender de la locura (o lo que sea) de una sola.