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domingo, 28 de abril de 2024 | Última actualización: 02:32

¡Va por usted, maestro!

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Pedro Tejedo. Abogado.

Nuestro compañero de columna en este diario digital, el embajador Jorge Fuentes, presentó el pasado martes en el Casino Antiguo de Castellón su último libro -hasta el momento- que lleva por título ‘Notas Verbales’ (editorial Denes).

El libro cuenta, a lo largo de cincuenta y seis breves relatos, lo que es la Diplomacia y el mundo de los diplomáticos. Algunos relatos tienen un carácter informativo sobre lo que es la Carrera, el acceso a la misma, el escalafón, etc. y otros, la mayoría, son anécdotas, más o menos reales, aunque siempre camufladas, algunas muy divertidas, que sirven para reflejar y dar a conocer ese mundo desconocido para el gran público.

Aunque sé que Jorge no es muy taurino, hay que decir que la presentación resultó ser una faena merecedora de las dos orejas y el rabo con salida a hombros por la puerta grande.

En el mundo de los toros se dice que para que haya una buena faena es requisito imprescindible que "haya toro", expresión con la que se quiere significar que el toro ha de ser bravo, noble y encastado, pues con un toro manso y parado no es posible el lucimiento. El martes pasado, parafraseando la expresión taurina, "había libro": ameno, bien escrito, con humor, inteligencia, fina ironía, algunos toques sarcásticos, y con un último relato entrañable y pleno de sensibilidad.

Una vez que "había toro", perdón, que "había libro", la faena ya dependía del acierto del "maestro", y ahí hay que significar que Jorge estuvo cumbre. Vestido para la ocasión con terno azul oscuro, se abrió de capa y dio comienzo a una faena en que sacó a relucir sus reconocidas virtudes: temple, elegancia, dominio de las distancias, conocimiento de los terrenos, de manera que una vez más, como su paisano Enrique Ponce, logró hacer fácil lo difícil. Para ello empleó todo un amplio repertorio de suertes: las clásicas verónicas, con las manos muy bajas, ceñidas chicuelinas enlazadas con largas cambiadas, y ya con la muleta, magníficos naturales con su extraordinaria mano izquierda, tan necesaria en su oficio, rematados con espléndidos pases de pecho. Antes de la suerte suprema, estatuarios que nos hicieron disfrutar de la verticalidad de su arte. Volapié por derecho y la espada hasta la bola. Muerte noble del toro en el centro del ruedo.

Cambiando de tercio, es preciso significar que toda faena redonda exige que se cuiden los detalles y que la cuadrilla ayude en la buena lidia del toro. Cabe así felicitar a la librería Plácido Gómez, organizadora del acto, al editor Francesc Ferrer, y al peón de confianza, inusualmente barbudo, que bregó con acierto y clavó algún par de banderillas asomándose al balcón que le obligaron a saludar montera en mano.

Como colofón, la plaza estaba llena hasta la bandera, con bellas y distinguidas damas en barrera, y en general, un público heterogéneo unido por su inquietud intelectual y su amor a la cultura.

Eran las siete y media de la tarde, las siete y media en punto de la tarde, se abren toriles, sale el toro, ágil, con trapío, el maestro se abre de capa…