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domingo, 28 de abril de 2024 | Última actualización: 17:56

En boca cerrada

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Santiago Beltrán. Abogado.

En muchas ocasiones, cuando queremos justificar determinados comportamientos de los que no estamos orgullosos o pensamos que los demás no son capaces de entender, caemos en la tentación de entrar en excesivos detalles que ni vienen a cuento ni al final explican el error inicial que pretendíamos corregir. Solemos cometer el pecado de soberbia consistente en creer que el resto de personas no nos entienden o no tienen la formación o información necesaria para hacerlo. Es lo de la locución latina ‘excusatio non petita, acussatio manifesta’, que significa que cuando te disculpas sin que nadie te lo pida, posiblemente seas responsable de la falta que tratas de explicar, negándola.

Al cabeza de lista del PP a las elecciones europeas, Sr. Arias Cañete, le ha sucedido justo esto, tras el ‘increíble’ (por falta de interés y contenido) debate televisivo de la semana pasada, al querer justificar en una entrevista posterior, que su intervención en el ‘face to face’ con la socialista Valenciano, no era la que había esperado tener. Lejos de ser autocrítico y hacer gala de la deseable humildad que debe presidir la vida pública, reconociendo que estuvo lejos de su nivel y de su forma de ser, siempre espontánea y extrovertida, se enredó en una explicación que tiene más de engreimiento y orgullo desmedido que del machismo del que se le acusa desde las filas socialistas.

No solo se equivocó profundamente en las formas, porque Cañete es excesivo y acalorado, sino sobretodo en el contenido de sus comentarios. El problema no es, como dice el ex Ministro, con quién discutes, sino de qué discutes, y si tienes argumentos para defender tus postulados. Por supuesto que nadie tiene superioridad intelectual sobre nadie, cuando hablamos de políticos enzarzados en sus cuitas particulares dentro de un proceso electoral, pero mucho menos cuando te refieres a la tuya propia y la acabas comparando con la de tu rival. Y si la excusa es que la contrincante es mujer y consecuentemente no la usas para no ser tachado de machista abusón, la torpeza alcanza cotas siderales.

En cualquier manual de prácticas políticas la primera lección que se debe aprender es el respeto absoluto al rival ideológico, siendo mayor cuanto menor sea su nivel, lo que no es obstáculo para que tus ideas afloren y se impongan con sencillez y naturalidad. La segunda, que la victoria se muestre por si misma, porque si la tienes que justificar engrandeciéndola y proclamándola a los cuatro vientos, es porque no era tal, sino más bien una derrota clamorosa, que tratas de ocultar con exabruptos y salidas de tono.

Miguel Arias Cañete tiene una enorme formación, personal, profesional y política, muy por encima de la que tiene Elena Valenciano Orozco. No hacía falta ninguna alforja para tan corto viaje. Ahora, tras sus equivocadas declaraciones, el lenguaraz político madrileño, esclavo de sus palabras, ha dado un balón de oxígeno a la castiza contrincante, permitiéndole pasar disimuladamente la última semana de campaña.

Al políglota Cañete, ahora estudiando chino, la primera frase del mandarín que debería aprender –y grabársela a fuego- es la que pronunció Confucio, hace aproximadamente dos mil quinientos años: ‘el silencio es el único amigo que jamás traiciona’.

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