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lunes, 29 de abril de 2024 | Última actualización: 15:27

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Rafa Cerdá. Abogado.

Facebook, Twitter, Instagram,...son términos que ya forman parte de nuestra realidad cotidiana, prácticamente a todos los niveles: personal, familiar y profesional. Llámense como se quieran, estos nuevos sistemas de comunicación surgidos durante los últimos años, han desbordado los clásicos modos de interactuar entre las personas (singular y colectivamente).

La inmediatez es absoluta, la consecución de un hecho puede ser difundida al instante en que se produce con una simple foto; y no digamos ‘colgar’ en las redes sociales una noticia, una opinión o cualquier tipo de suceso para que su difusión sea inmediata. Se ha alcanzado el punto que el número de seguidores o amigos alcanzados por un usuario de Facebook o Twitter, lleva implícito un cierto grado de ‘éxito social’ o reconocimiento, para este siglo XXI.

Somos todos muy globales pero ¿implican las redes sociales una mayor calidad en el trato entre nosotros?, ¿se ha puesto fin a la soledad de tantas personas?, ¿nos sentimos más acompañados o únicamente nos volvemos una gota en el océano de internet?,  ¿por qué se pueden crear tan fácilmente perfiles anónimos?, ¿todo el ingente volumen de información volcado en las redes forma a la par que informa?, ¿para bien o para mal?, ¿quién lo decide?....

Estas cuestiones son una mínima expresión de las innegables repercusiones que las nuevas tecnologías han provocado en la sociedad contemporánea. Nunca la capacidad de expresarse de un simple ciudadano ha adquirido la dimensión global como ocurre en el presente: un twit de Cincinnati en Estados Unidos es respondido al instante por un internauta de Ciudad del Cabo en Sudáfrica. Pero al mismo tiempo, y según indicaba en una de las preguntas previas, las redes sociales se han convertido en verdaderas cloacas donde encuentran refugio la peor calaña humana.

Miserables sin rostro, cometen todo tipo de tropelías amparados en su anonimato: difusión de falsas noticias, profusión de insultos y amenazas de todo tipo, hostigamiento y acoso a terceros (el terrorífico fenómeno del ciber acoso a escolares por parte de degenerados compañeros de estudios se da con pasmosa frecuencia), remisión de contenido pornográfico y de redes de explotación sexual,....un listado verdaderamente siniestro.

Los sistemas de comunicación han supuesto un verdadero avance: una reflexión pausada obliga a reconocer que el ciudadano del tercer milenio conoce mejor a sus semejantes en este punto de la Historia que frente a cualquier otra época pasada. Sin embargo, también es cierto que la interconexión no sustituirá nunca a la reunión de las familias, a los encuentros con los amigos, a la conversación acertada y oportuna, a todo lo que supone el interés y la atención por el semejante. Que yo sepa, a través de un whastapp no recibes o envías un abrazo...vale existe un icono que lo simboliza, pero valemos más que una simple imagen ¿no creen?