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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 00:44

Las chicas no tienen pilila

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Rafa Cerdá. Abogado.

Agradezco profundamente a la asociación ‘Hazte Oír’ todo el circo que han montando a cuenta de la campaña autobusera de ‘Los niños tienen pene. Las niñas tiene vulva. Que no te engañen’.

Gracias a tan elaborado eslogan he recordado aquella pícara canción interpretada por el ya desaparecido grupo ‘Los Inhumanos’, titulada ‘las chicas no tienen pilila’, y cuyos acordes se completaban con un concluyente ‘y nunca la tendrán, dubidú dubidá’.

No hace falta ser un genio para concluir que la letra de la canción constituye una verdad como un templo, si bien a diferencia de la plataforma ‘Hazte Oír’, la gamberra composición no pretende excluir, separar o diferenciar a nadie en función de la identidad de género.

A tenor de la opinión publicada, el trasfondo intelectual de toda esta controversia pivota en torno a si Hazte Oír y su campaña constituye un elemental ejercicio de la libertad de expresión, o por el contrario, el contenido del eslogan plasmado en un autobús naranja roza la apología del odio con su afán diferenciador frente al fenómeno de la transexualidad. ¿Sí? ¿No? ¿Los mismos que se indignan con el eslogan abanderado por ‘Hazte Oír’ no consideraban que la revocación de la condena a Rita Mestre por asaltar una capilla católica jaleando frases hirientes contra la Iglesia constituía una victoria de la libertad de expresión? ¿Cuál es el criterio?

Los enfoques jurídicos y políticos de tan viva polémica han brotado como setas durante el otoño; la corrección política ha saltado por los aires, y gracias a la polémica la entidad ‘Hazte Oír’ ha conseguido una impagable publicidad (quizás hemos pecado de ingenuos y los medios de comunicación han picado el anzuelo, toda esta campaña parece muy bien concebida).

A mi modesto entender todo se reconduce a una realidad: el derecho a ser feliz. Cada persona tiene desde su nacimiento la facultad de vivir su existencia como mejor le parezca, y buscando ese anhelo a todo individuo le asiste el derecho a que cuerpo, mente y corazón sintonicen al unísono.

Yo no soy quien para decidir sobre nadie, del mismo modo que nadie debe decidir sobre mí. No se trata de una cuestión de identidad de género. Hablo de la necesidad de ser libre. Quiero pensar que vivo en una sociedad que respeta el modo de vida que cada cual escoja, bien hombre o bien como mujer. Sin planteamientos extremistas que a nada bueno conducen.

Lo importante, lo realmente importante es que un transexual sea respetado por lo que es: una persona libre. Y sin la vivencia de su libertad (la suya y la mía, y la de todos), sin el amparo legal para amparar y proteger los cambios que debe afrontar una persona transexual para el ejercicio de su opción de vida, no será posible la convivencia, ni la democracia podrá considerarse socialmente avanzada.