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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 12:17

La lengua de la ciencia

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Luis Andrés Cisneros.

Recientemente, se entregaron en la Universidad Jaime I los diplomas correspondientes a los beneficiarios de las ayudas a las tesis doctorales en valenciano (o más bien catalán) del año 2015. La entrega de dichos diplomas la llevó a cabo Martí Domínguez, profesor de Periodismo de la Universidad de Valencia y reconocido defensor del catalán.

Curiosamente, su discurso se basó en la defensa del catalán (cuando, en principio, se trataba de premiar dos trabajos escritos en valenciano) y abogando por acabar con la “tiranía del idioma inglés” como lengua vehicular de todo lo que se publica, a nivel mundial, referente a temas científicos.

Y para defender su ‘globalizada’ postura, desprecia que los investigadores, den más importancia a que sus obras tengan una lengua que sirva para difundir sus descubrimientos y logros, y que sea reconocida mundialmente como el nexo de unión de la comunidad investigadora.

El 99% de las publicaciones científicas del mundo se escriben en inglés.
El 99% de las publicaciones científicas del mundo se escriben en inglés.

Es más, no dudó en citar a Galileo o Einstein, como ejemplos a imitar de personajes que escribieron y defendieron sus obras científicas en latín el primero, y en alemán el segundo. Por ejemplo, el celebérrimo Galileo Galilei, también escribió su obra sobe las lunas de Júpiter en latín, aunque su mayoría fue escrita en italiano. Fue considerado como como la primera persona en publicar una obra en su propia lengua.

Cuando el astrónomo italiano, eminente figura del Renacimiento, publicó sus obras, cada investigador solía hacerlo en su lengua nativa, ya que no existía un idioma preponderante, aunque el latín era en el que más artículos se publicaban.  Su obra se tradujo al latín para para que más científicos la pudieran leer.

A principios del Siglo XX, los estudios científicos se publicaban en inglés francés y alemán, de forma equitativa, dependiendo de los campos que se tratara, incluso, el latín, seguía estando presente en algunas disciplinas. Por ejemplo, el alemán era el lenguaje dominante en temas químicos.

Tras la I Guerra Mundial, los científicos belgas, franceses y británicos, organizaron un boicot contra los alemanes y austríacos, impidiendo su participación en conferencias y prohibiendo que publicaran en revistas científicas europeas. En ese momento, las organizaciones internacionales empezaron a funcionar eminentemente en inglés y algo en francés.

Otro tanto ocurrió en EEUU donde se desató un sentimiento antialemán por todo el país, lo que determinó en uso del inglés en la comunidad científica, el cual se trasladó al resto del mundo.

Por otra parte, la necesidad manifiesta de disponer de una lengua común para que la transmisión de los conocimientos fuera uniforme, hizo indispensable que un idioma fuera el elemento vehicular de dicho deseo. Para ello se eligió, de manera tácita, el inglés. El mismo leguaje es el que sirve de nexo de comunicación en las relaciones internacionales.

Como ejemplo, baste citar que, en todas las corporaciones empresariales multinacionales, independientemente de su lugar de origen, el idioma que utilizan para relacionarse entre las distintas delegaciones de los distintos países, también es el británico

Citemos, como ejemplo, unas declaraciones de Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes y un investigador admirado internacionalmente: “El inglés viene siendo, es y será la lengua común de los científicos, y por descontado de los que nos dedicamos al trasplante, en todo el mundo. Sin su uso sería mucho más difícil tanto el intercambio de conocimientos, como el aprendizaje científico: quién no lo conozca se ve muy limitado en cuanto a sus posibilidades de trabajo”.

Otro eminente científico español, Carlos Duarte, reconocido oceanógrafo a nivel mundial, ha dicho recientemente lo siguiente: “El dominio del inglés es fundamental para acceder a los resultados de investigación, que se publican mayoritariamente en este idioma, y compartir los resultados de nuestra propia investigación”.

Querer ver otra cosa, como una persecución del catalán, en la comunidad internacional, no deja de ser un ejercicio interesado sobre la teoría de la conspiración. Cada uno es libre de escribir en el idioma que quiera, pero si se trata de ciencia, hagámoslo en inglés, si no queremos ser tachados de aldeanos cerrados al mundo exterior.

Flaco favor hacemos a las nuevas generaciones, encerrándolas en el dominio de lenguas que, sólo sirven para andar por casa, y relegándolas al papel de mero comparsa en los tiempos actuales. Es más, yo le diría al Sr. Domínguez, (apellido de clara raigambre española) que puedo entender su quijotesca defensa del catalán, pero, si lo mira con detenimiento, hay otras múltiples formas de protegerlo.

Tampoco deja de ser, cuando menos llamativo, que esta boutade se produzca dentro de un recinto universitario donde, en principio, la protección de la ciencia, debe ser su objetivo principal. Aunque sólo se distinguen, idiomáticamente hablando, por la defensa del catalán, la indiferencia del valenciano y la marginación del español. Ya sólo les faltaba despreciar el inglés.

Al menos, ya se empiezan a quitar las caretas y ya no ocultan sus objetivos irrenunciables. El catalán, por encima de todo. Podemos acabar como en Baleares, donde un bombero no ha sido admitido, después de 11 años de servicio, por no acreditar su dominio del catalán.

No sé dónde había leído eso de que todos somos iguales y que no se puede discriminar a nadie por razones de religión raza, sexo, etc. A lo mejor simplemente lo he soñado