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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

¡Por favor, no lo regales!

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José Vicente Ramón Moreno.

Leo con gran indignación la noticia de que han sido rescatados 23 perros hacinados en una vieja alquería, en pésimas condiciones de desnutrición e insalubridad. Por supuesto mi indignación no es por el rescate, ya que alabo la fabulosa labor que realiza la Asociación ASPAC, sino por que se produzcan esas lamentables situaciones.

No quiero ni pensar la vida que ha llevado cada uno de esos animales hasta que alguien, de forma muy equivocada, ha pensado que estaban mejor todos juntos en estas condiciones en lugar de abandonados por ahí.

Pero creo que sería conveniente que nos remontásemos al origen del problema que no es otro que el falso concepto de “animal de compañía” que yo corregiría como “animal de convivencia” puesto que si él me hace compañía a mí yo también debo hacérsela a él.

El perro debe ser uno más en la casa, con las conductas propias de su condición, pero al que debemos atender en su alimentación, higiene, enfermedades, juegos, paseos, etc. Debemos acostumbrarlo a unas conductas lo más estables posible tanto en sus horarios de salidas (lo que hará que regule bien sus micciones y defecaciones) como de alimentación o cualquier otra porque esto hará que su equilibrio sea lo más correcto para su salud.

De igual forma, de la misma manera que él nos muestra su alegría cuando nos ve o cuando quiere jugar, nosotros debemos hacer lo propio con él y no relegárlo a la condición de ‘chucho’ (en el sentido más despectivo del término).

Hay una muy mala costumbre y es la de regalar un perro porque creemos que hacemos una gracia y, generalmente, la desgracia se la hacemos al perro. Salvo que estemos plenamente seguros que la persona que lo recibe lo desea de verdad y que es consciente de las ‘obligaciones’ que genera su posesión, no debemos cometer este error porque no es un peluche (aunque de cachorros lo parezcan casi todos).

Seguramente de esos 23 de la noticia, más de la mitad comenzaron así y cuando a su titular le supone un trastorno lo abandona a su suerte y, en el mejor de los casos, malvive de esta forma tan cruel. ¡Por favor, no lo regales!