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domingo, 19 de mayo de 2024 | Última actualización: 21:33

La sociedad norteamericana

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hasta mediados del siglo pasado había una gran diferencia entre la forma de vida en Europa y en los Estados Unidos. Por entonces nuestro continente se esforzaba aun por salir de la crisis y remontar la destrucción dejada por las guerras mundiales mientras que en Norteamérica reinaba una envidiable prosperidad que el cine y la literatura se encargaban de airear en comedias de teléfonos blancos y melodramas de la alta sociedad.

Hoy el modus vivendi en los dos lados del Atlántico es semejante, aunque la renta per cápita en EEUU es algo superior a la europea. Con la excepción de ciudades muy urbanas como Nueva York o Chicago, la gente suele vivir en América en viviendas unifamiliares con jardín y ahí aparece la primera diferencia: las casas son abiertas, como lo son los jardines sin que apenas haya límites entre la propiedad de uno y la de su vecino. Por supuesto las ventanas y las puertas no tienen rejas ni otros elementos de protección.
El cartero deja la correspondencia y los numerosos paquetes que llegan cada día, en el porche exterior sin riesgo a que algo desaparezca. Las sanciones son tan elevadas que el pequeño robo no compensa.

Puesto que las viviendas se encuentran muy diseminadas en el espacio, los colegios, los centros comerciales, los departamentos administrativos están a larga distancia por lo que el uso de vehículos es indispensable para la mínima gestión; al menos dos por familia o incluso más cuando los hijos empiezan a conducir. Teniendo en cuenta las largas distancias a escala local y federal, la política energética del país mantiene los precios de la gasolina aproximadamente a la mitad que en Europa.

Existen en los Estados Unidos colegios públicos y privados. Aunque aquellos son gratuitos, el coste para los padres no difiere grandemente ya que los públicos, en virtud del mecenazgo y de las aportaciones voluntarias (semi-forzosas), resultan igualmente costosos para los padres. Sin mencionar el precio de las universidades que tienen la virtud de asegurar con frecuencia un puesto de trabajo ya que existe una red de vinculación entre el campus y las empresas que contratan al graduado en el momento de dejar las aulas. Con un poco de fortuna, los entre doscientos y quinientos mil dólares que gasta un estudiante en los años universitarios, pueden ser compensados en escaso tiempo de vida profesional.

El trabajo es muy distinto en los EEUU. En primer lugar el mercado laboral es muy dinámico. Apenas nadie puede pretender acabar su vida profesional en la misma empresa en que la comenzó. Lo normal es progresar en nivel, responsabilidad y sueldo cambiando de empresa. Si en Europa no está muy bien visto cambiar, en América no lo está permanecer. Tal dinamismo se manifiesta tanto a escala empresarial como geográfica. Es bastante normal vivir en Washington y trabajar en Nueva York o Boston.

Igualmente cada vez es más frecuente desplegar el trabajo desde casa por teléfono o internet. Lo normal es ir a la oficina una o dos veces por semana y tener reuniones y encuentros virtuales o telefónicos el resto de los días.

¿Y la vida espiritual? Es bien sabido que los EEUU es un país puritano con un sentido de la vida religiosa que arranca desde los tiempos del Mayflower y de los padres fundadores. Aunque hoy un 20% de la población se declara atea queda un buen 80% adscrito a distintos credos. El 75% son cristianos (dos tercios de ellos seguidores de diferentes religiones protestantes y un tercio de católicos). El 5% restante lo cubren los judíos, islamistas, budistas etc.

Ello significa que la religión mayoritaria es la católica ya que ninguna de las protestantes -episcopaliana, presbiteriana, bautista, luterana, metodista, calvinista...- alcanza al 25% de los católicos. Como en casi todas nuestras visitas a EEUU hemos asistido a una ceremonia religiosa protagonizada por nuestros nietos. Esta vez ha sido una primera comunión. 109 niñas y niños del colegio de Sainte Agnes comulgaron por primera vez. Era un placer ver ese día como cada domingo, la Iglesia abarrotada y los asistentes siguiendo las preces con devoción.

Pues sí, decididamente Europa y América difieren en no pocas cosas. A veces me despiertan sana envidia. A veces me siento mejor en nuestro lado del Atlántico. Mi casa, como en ET.