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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

Agredir por teléfono

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

César Alierta acaba de despedirse de la presidencia de Telefónica, con todos los honores y tras convertir a la Compañía en una de las más fuertes del mundo en su sector. Espero que lo que voy a contarles no tenga mucho que ver con tal prosperidad y con el éxito empresarial de Alierta. Si así fuere, lo pondremos en su magro "debe".

No sé si ustedes son muy aficionados a hablar por teléfono. Yo no lo soy. Reconozco sus enormes ventajas cuando se usa adecuadamente pero sus servidumbres cuando se abusa de él. Quizá como secuela de mi vida profesional, he practicado a diario durante años, múltiples y breves conversaciones telefónicas. Se saluda, se traslada el mensaje y adiós. Un par de minutos. La única excepción: cuando se habla con la familia o con los amigos del alma.

Pero últimamente observo una frecuente agresión doméstica que consiste en que quieran ofrecerte algún producto, hacerte objeto de alguna encuesta o preguntar tu grado de satisfacción con determinado servicio y la forma en que proceden esas compañías roza la grosería.

Lo del otro día me pareció casi anti-constitucional. Después de entablar una conversación interminable, el pesado de turno me preguntó mi edad y al comunicársela me respondió algo así como "Lo siento mucho pero ha rebasado usted los límites de nuestros encuestados". En otra ocasión por lo menos fueron al grano "¿Vive en esa casa alguien que tenga menos de 35 años?".

Y yo me preguntaba si debía denunciar directamente a quienes me habían incordiado telefónicamente porque sus encuestas excluyentes son algo así como si a uno se le prohibiera votar a partir de una cierta edad. Es una discriminación que en ciertos países podría costar caro al encuestador, por ejemplo en los Estados Unidos donde el senador o el congresista de turno se movilizarían rápidamente para aplicar la norma que dice que nadie puede ser discriminado por razón de edad, sexo, raza, religión o tendencia sentimental.

De forma que ahora he desarrollado un truco que les recomiendo y que consiste en que cuando recibo una llamada preguntando por Jorge Antonio -ese es mi nombre de pila pero curiosamente nadie en el mundo me llama con los dos nombres excepto los encuestadores o los vendedores por teléfono- contesto automáticamente que ese señor ya no vive aquí, emigró hace algún tiempo a Alemania, como tantos otros. Y cuelgo.

Es importante colgar en el acto porque si no lo haces, el pelmazo puede intentar enrollarse con usted con una pregunta del tipo:

-¿Es usted el nuevo usuario del teléfono o el nuevo propietario de la casa?

Y entonces está usted atrapado de nuevo. En todo caso no hay que hacerse muchas ilusiones: el teléfono inoportuno seguirá sonando en los próximos días ofreciéndonos todos los servicios excepto esos que justamente necesitamos.