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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 15:50

Reivindicar lo justo

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Enrique Domínguez. Economista.

Hace pocas fechas se ha celebrado el 1º de Mayo, el Día del Trabajo; en bastantes ciudades, las más importantes generalmente, han tenido lugar manifestaciones reivindicativas dentro de un ambiente festivo, puesto que es día no laborable a todos los efectos. Aunque hay personas que, si quieren mantener su puesto de trabajo, han tenido que seguir trabajando.

El 1º de Mayo se ha convertido en un día festivo más; para pocos trabajadores, un día de manifestaciones, de pancartas, de primeras líneas de sindicalistas, demostrando que están donde deben estar o que están porque hay que estar, por imagen. Y habrá muchos manifestantes que estarán porque creen que deben hacerlo, por luchar por sus derechos y por los de los que no van; otros lo harán por obligación y otros habrá que irán porque hay fiesta o porque es bueno dejarse ver.

Con esto no estoy criticando un comportamiento en un día tan importante para el mundo del trabajo. Simplemente constato algo que en un artículo anterior decía respecto a la participación de las empresas en sus respectivas federaciones o asociaciones.

Hay muy poco personal afiliado a los sindicatos, sea cual sea su ideología. Se habla de apenas un diez por ciento de la población trabajadora frente a porcentajes muy elevados en países como Alemania.

Quizás la razón se encuentre en nuestro individualismo, en nuestro meninfotisme. Y ello se nota en la poca participación en asociaciones de cualquier tipo. Si ello puede ser preocupante, mucho más lo es que en aquello que nos afecta directamente, como es en la defensa de nuestros derechos como trabajadores; nos mantengamos al margen y, lo que es peor, exijamos a otros que nos saquen las castañas del fuego.

Las razones de la escasa afiliación no solo están en el trabajador; tanto el sindicato de turno, como, en parte más relevante, la empresa o el empresario influyen en esa decisión. Hay presiones internas en las empresas y en un momento como el actual de crisis económica y de precariedad en el puesto de trabajo, mucho más.

Criticamos a los partidos políticos porque se han profesionalizado, porque han hecho de la política una forma de vivir de la que se sirven en lugar de servir al ciudadano; cada vez hay más políticos que han medrado desde el principio en el partido y que no saben nada o casi nada de la vida afuera, de la vida real del ciudadano. Además, los partidos se han acostumbrado a financiarse de manera más o menos alegal, ya que no hay una ley de financiación clara y, por eso, cada vez que levantamos una piedra, encontramos lo que encontramos.

Me temo que con los sindicatos ha pasado, en parte, algo parecido. Se ha vivido muy bien durante los años de vacas gordas en las que se controlaba una gran parte de la formación en la empresa y, cuando ha sobrevenido la crisis, han surgido los problemas: la gente se ha dado de baja y se ha constatado que es complicado luchar por el puesto de trabajo cuando la precariedad reina en la mayor parte de las firmas.

Pero es un momento de renovación. El momento político invita, no solo en este campo sino también en el sindical, a renovarse; a luchar para que ese trabajador que no encuentra razones convincentes para sindicarse lo haga; a que el sindicalista se gane su sueldo de verdad y no solo en sus labores sindicales; a que el sindicato, realmente, luche por acrecentar la rentabilidad de la empresa defendiendo el trabajo; a que sean realmente profesionales y no se pida, como ocurre a veces, peras al olmo en las negociaciones de los convenios.

La renovación para que el trabajador tenga interés en afiliarse es fundamental para la pervivencia de los sindicatos. ¿Lo creen ustedes también?