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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 11:27

Balance y propósitos de fin de año

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Juan Teodoro Vidal. Químico. 

Decía en mi anterior columna de la semana pasada que estas fechas deberían ser propicias para hacer balance. Es una buena práctica. En las empresas es parte de la actividad contable para determinar los resultados de la actividad.

No está mal hacer consciente la situación propia y de nuestro entorno. Empleo la expresión 'hacer consciente' porque cada uno ya siente en su inconsciente, que solemos denominar 'su interior', cómo le va, sin necesidad de hacer ningún balance. O sea, lo importante de verdad lo 'sabemos sin pensar'. Otra cosa es que el hacer consciente nuestra propia situación sirva para hacer algo por cambiarla. Lo que llamamos los propósitos. Es inevitable, al tiempo que hacemos balance, que surjan los buenos deseos para cambiar aquello que no consideramos 'bueno'. ¿Habéis observado que casi nunca se llevan a la práctica? Para empezar, lo bueno tiene aquí un significado práctico. Bueno es aquello que yo creo que me beneficia. Lo cual es también ambiguo, porque se basa en nuestra creencia, pero es lo que hay.

Quizá la ciencia nos puede dar una ayuda en este humano empeño de evitar tropezar en las mismas piedras, aportando un poco de metodología para que esta vez lo consigamos.

¿Cómo se origina la necesidad irrefrenable de actuar? Necesariamente ha de haber un 'gradiente', como cuando salta una descarga eléctrica entre dos polos de diferente potencial. Gradiente hace referencia al hecho de que hay una variación o diferencia de 'grado' del potencial en función de otra variable, como por ejemplo la distancia. Y no sólo eso. Para que algo suceda debe haber un 'mecanismo' físico que lo haga posible. Por ejemplo: el agua de un embalse tiene un potencial mayor que el agua del río abajo. Caería si pudiera, pero está el embalse que lo impide. Para que caiga y mueva la turbina liberando su energía para producir corriente eléctrica, ha de haber una canalización, un tubo que la lleve del punto más alto al más bajo. Esto los científicos lo 'empaquetamos' bajo los conceptos termodinámica y cinética. Para que los sucesos ocurran ha de haber una razón termodinámica, que esencialmente consiste en que en el momento final ha de haber en el sistema menor concentración de energía que en el momento inicial, de forma que en el proceso se libera la tensión o energía 'sobrante'; y la cinética ha de ser favorable, es decir, el suceso ha de poderse realizar mediante un proceso que ocurra en un tiempo razonable. Porque todo lo que puede suceder, acaba sucediendo, pero si la velocidad es extremadamente lenta se percibe como que no hay cambio.

Así, cuando hacemos propósitos, deberíamos tener en cuenta todas estas cosas. De una forma sencilla, pero racional, hay que ver si el propósito que pretendemos llevar a la práctica va a suponer de verdad al final menor tensión global que la inicial y si estamos dispuestos a poner los medios, o sea a dedicar los recursos necesarios, sacrificando para ello esfuerzos y medios con menos prioridad. La definición de las propias prioridades, que sucede en gran medida día a día de forma inconsciente, es una representación clara de la verdadera moral propia, de lo que consideramos que vale la pena de veras en nuestra conducta, bien sea frente a nosotros mismos, que necesariamente ha de ser para incrementar nuestra felicidad, o frente a los demás, que necesariamente ha de ser para incrementar nuestro prestigio.

En resumen, para formular propósitos de forma efectiva, hay que definir claramente lo que queremos de forma irrenunciable y qué estamos dispuestos a 'pagar' por ello. Esto da juego para muy pocos propósitos pero con mucha probabilidad de éxito.