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sábado, 27 de abril de 2024 | Última actualización: 17:25

Espías

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Edward Snowden es estadounidense, tiene 30 años, es hijo de probos funcionarios y aires de buen chico. Muy pronto ingresó en el ejército de su país pero un accidente le provoca la rotura de ambas piernas y entra en las agencias clave de inteligencia de los EE.UU.: la CIA y la National Security Agency (NSA) con las que presta sus servicios en Ginebra, Japón y Hawai.

En Mayo pasado pide baja para tratarse de su epilepsia, se traslada a Hong Kong y filtra información secreta a los periódicos  The Guardian y The Washington Post, acompañada de sustanciosas entrevistas en que denuncia a su país al que califica de “Estado de vigilancia” por controlar la vida privada de sus conciudadanos a través de escuchas telefónicas, de internet y de otros artilugios electrónicos.

La noticia es portada en toda la prensa al descubrirse que el control norteamericano no solo abarca a su país sino al mundo entero incluidos los países rivales –China y Rusia- y también los aliados –varios países de la Unión Europea-. En el momento de escribir estas líneas, Snowden se encuentra en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, con el pasaporte anulado y buscando un país de asilo que comparta sus ideales y que no le está resultando fácil de encontrar.

La cuestión –dejando aparte incidentes como el de Evo Morales, que quizá se repitan- permite múltiples y complejas reflexiones:

  1. Que todos los servicios de inteligencia espían es algo que a nadie sorprenderá. Que lo hagan con mayor o menor efectividad dependerá de sus posibilidades materiales y de su eficacia.
  2. Que no lo hacen por diversión o morbo sino por razones de seguridad nacional, tampoco es cuestionable.
  3. Que la CIA y la NSA son los servicios más fuertes del mundo es también notorio.
  4. Que los EE.UU. es el gendarme mundial lo sabe la Unión Europea que al carecer de un ejército coordinado de envergadura, tiene que recurrir al norteamericano cada dos por tres ya sea a través de la OTAN o en directo con intervenciones unilaterales.
  5. Desde que hace doce años los EE.UU. conocieron el ataque terrorista más brutal de la historia, el país reforzó considerablemente sus medidas de control interior y exterior buscando la máxima eficacia en el campo de la seguridad preventiva.
  6. Por supuesto a nadie le gusta que le controlen, que le escuchen sus llamadas telefónicas o sus correos electrónicos. Pero si ello permite detectar otros mensajes que puedan evitar que pongan una bomba en nuestro barrio o asalten nuestra vivienda, la cosa cambia.
  7. Lo que no es correcto es que los EE.UU. controlen la intimidad de sus ciudadanos y sus aliados sin conocimiento y acuerdo previo con éstos. La CIA/NSA puede dudar de la eficacia europea en su lucha contra el terrorismo pero, de la misma forma que no intervino en los Balcanes, en Irak o en Afganistán sin concertarse en la OTAN o en la UE, debería haberlo hecho en el campo de la inteligencia. En este punto la administración demócrata se ha pasado.
  8. Lo que ni la CIA, el KGB, el MOSSAD, el MI6 inglés o el CNI español pueden aceptar es que sus agentes tengan un ataque de idealismo y honradez, piensen que no pueden vivir en un país que controla a sus ciudadanos y haga pública la información secreta de su organización. Pero, ¿no les explicaron todo esto en los meses o años que debieron pasar en la academia de Langley? En España un caso de escuchas costó el puesto a un brillante jefe del entonces CESID.

Perdonen el sarcasmo pero no seamos inocentes. Todos querríamos vivir en un mundo en que no fuera necesaria la policía, ni el ejército, ni espías, ni impuestos, ni rejas, ni puertas, ni cerrojos. Pero ese mundo no existe, es una utopía. Lo notará Snowden en el país que le acoja. Si es que le acogen.