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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 11:53

Colabora económicamente con tu Iglesia

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

Antes de ascender a los cielos, Jesús encomendó a sus discípulos la misión de ir al mundo entero y anunciar el Evangelio a toda creatura. La evangelización descansa en último término en Dios, que la sostiene por la fuerza del Espíritu Santo; pero Jesús la ha puesto en manos de todos sus discípulos, de la comunidad de la Iglesia, que formamos todos los cristianos. La misión corresponde, pues, a todos los bautizados y pide la colaboración activa y responsable de todos. Esta colaboración va desde la vivencia personal y coherente de la propia fe, pasa por la implicación personal en la vida y en las tareas de la Iglesia y pide también nuestra colaboración económica.

Es obvio que nuestra Iglesia necesita de medios humanos y materiales, así como de recursos económicos para poder llevar a cabo su misión. Sin estos medios no se puede llevar a cabo el anuncio del Evangelio, la atención a todo el que se le acerca, la catequesis, la formación de cristianos adultos, la remuneración de los sacerdotes y otras personas al servicio de la Iglesia, el culto, la atención de las parroquias, de los enfermos pobres y necesitados –aquí y en países más pobres-, la conservación del patrimonio y templos, la evangelización en tierras misión o la ayuda al Tercer Mundo. Muchas son las necesidades, pero pocos los recursos económicos de que disponemos.

En mi visita pastoral, por ejemplo, rara es la parroquia que no me ha planteado sus necesidades económicas; en muchos casos, me habéis pedido ayuda para arreglar vuestras iglesias o para otras tareas. Siempre quedan peticiones que no puedo atender. Sabéis bien, porque así os lo he explicado, que nuestros medios económicos son escasos. Sólo con la implicación generosa de todos los fieles, la intercomunicación de bienes, la austeridad y el reparto equitativo es posible atender en algo a las necesidades de todos. Siempre ha sido así; desde la primera comunidad cristiana hasta nuestros días, la Iglesia se ha financiado fundamentalmente de la generosidad de sus fieles y de la intercomunicación de bienes entre las comunidades eclesiales.

En este momento, la financiación de la nuestra Iglesia diocesana se consigue gracias al Fondo Común Interdiocesano y a las aportaciones directas y voluntarias de los fieles en colectas, donativos y herencias. Desde el Fondo Común Interdiocesano se reparte solidariamente entre las Diócesis el dinero de la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta; en nuestro caso supone casi el 70% de los ingresos anuales de la Diócesis, que es bastante más de lo que se recauda entre nosotros por la asignación tributaria. Es decir: recibimos del fondo común bastante  más de lo que aportamos; ello se debe gracias a la solidaridad de otras diócesis, incluso más pobres que la nuestra.

Esto nos debería hacer pensar. Por ello apelo una vez más a vuestra responsabilidad.  Estamos en  el periodo de la Declaración de la Renta: una forma sencilla, pero necesaria, de colaborar y de cumplir con nuestra responsabilidad y nuestro deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es poner la X en el impreso de la Declaración de la Renta en la casilla correspondiente a la Iglesia católica. No cuesta nada hacerlo. Al poner la X no se paga más. También hay que poner la X si sale a devolver, porque tampoco nos van a devolver menos. Nos hemos de preocupar personalmente de poner la X y animar a otros a hacerlo. Debemos revisar el borrador que recibamos; si la opción del borrador no coincide con nuestro deseo, podemos cambiarla por internet, por teléfono o en la oficina de la Agencia Tributaria.

Nos urge además recuperar el sentido de la gratuidad para valorar y agradecer los bienes recibidos de Dios por medio de nuestra Iglesia. Es preciso sentir a nuestra Iglesia como nuestra familia, que la necesitamos y queremos vivir comprometidos con su vida y su misión para que el Evangelio llegue a todos, en especial a los más pobres. Ello despertará también nuestra generosidad para ayudar a nuestra Iglesia en sus necesidades espirituales y también en las económicas, siendo generosos en las colectas, legados y herencias, así como con las suscripciones periódicas.