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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Adiós 2020

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

La denominación de los años no es más que un artilugio cronológico que nos hemos inventado para mejor llevar la cuenta del paso del tiempo, sin que aquellos años tengan de por sí una personalidad jurídica y mucho menos aún humana, a la que sea posible acusar o alabar por haber presentado una conducta peor o mejor.

Muchas veces, el año desaparece de nuestro recuerdo y lo que queda es un cierto día de un cierto mes -el 23/F, el 11/S, el 11/M, el 1/O- que evocan el asalto a las Cortes, el derribo de las torres gemelas de NY, el acto terrorista de Atocha, el referéndum catalán, sin prestar mucha atención a que aquellas efemérides ocurrieron en 1981, 2001, 2004 o 2017.

Algunos otros años, sin embargo, quedarán en la memoria colectiva para siempre: 1898, pérdida de Cuba, Filipinas y Guam; 1917, Revolución rusa; 1914-17, Primera Guerra Mundial; 1936-39 Guerra Civil española; 1939-45, Segunda Guerra Mundial; 1957, firma del Tratado de Roma.

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Aunque tales fechas sean muy relativas y euro céntricas, sin que para el mundo asiático, africano y sudamericano representen mucho. Si le preguntáramos a la reina de Inglaterra, su "annus horribilis" sería 1992 en que tres de sus vástagos se divorciaron y salieron a la luz los secretos de Diana de Gales.

Para un niño o un adolescente, 2020 será un año que se perderá en la larga lista de décadas que le quedará por vivir. Para un adulto o más aún, para un anciano, será un plazo de tiempo muy significativo que le arrancan de su biografía, un capítulo tanto más desagradable por lo sorpresivo ya que, nacidos después de guerras y catástrofes importantes, nos habíamos acostumbrado a vivir plácidamente una vida muelle.

El Covid19 nos ha venido a recordar que no todo es un camino de rosas en nuestra existencia y que no la vamos a poder conducir a nuestro aire y según nuestros caprichos.

Desde hace 10 meses nuestra movilidad está limitada, como lo están nuestras relaciones humanas e incluso lo está nuestra presentación facial en público, de la que han desaparecido nuestra nariz y boca.

Como consecuencia de nuestra muy viajera profesión, mi mujer y yo seguimos planteándonos nuestra vida como un perpetuum mobile, con viajes anuales que nos permitieran reunirnos con nuestros hijos y nietos en los EEUU y en Bélgica o con familiares y amigos en Varsovia y Madrid.

El pasado febrero, cuando ya el Coronavirus circulaba por España pero a la opinión pública no nos lo habían dicho, hicimos nuestro último viaje a Madrid para reunirme con los compañeros de promoción de la Facultad de Políticas, cosa que hice en el multitudinario restorán Jai Alai que estaba a tope. Al siguiente día almorzamos en la Nunciatura con nuestro buen amigo Monseñor Bernardito Auza y sus colaboradores. Frecuentamos grandes almacenes, cafeterías, teatros, cines sin ninguna precaución.

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Si no atrapamos el virus fue porque Dios no quiso ya que en pocos días estalló la pandemia. Y desde entonces, aquí estamos, en el plácido Benicasim, sometidos a un confinamiento flexible, mejorando nuestro conocimiento cibernético para poder hablar con hijos y amigos por vía digital, aprendiendo una nueva convivencia, leyendo los clásicos que siempre se me habían resistido -Proust, Cervantes, Tolstoi, Joyce, Durrell- y pidiéndoles a ustedes disculpas por esta larga digresión personalizada.

Sin duda se sobrevive sacando el mayor provecho de la adversidad, pero en conjunto, 2020 no ha valido la pena: nos hemos visto sometidos a una alarma infinita, se nos han dado instrucciones engañosas y contradictorias, hemos vivido con recelo e incluso con miedo, hemos visto enfermar y morir a amigos del alma...

Nos dirán que saldremos de ésta, más fuertes, más sabios y más comprensivos. Personalmente hubiera preferido seguir siendo débil, necio e intolerante pero haberme ahorrado los horrores sanitarios, las penurias económicas y sociales que nos aguardan y el tedio que nos ha deparado este triste año que acaba.

Espero hayan sido prudentes en estas Navidades, que las hayan disfrutado con su auténtico sentido espiritual. Y que 2021 nos devuelva nuestra vida de siempre.