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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:08

La pandemia de la Covid en la provincia de Castellón un año después de la declaración del Estado de Alarma

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Estado de Alarma, confinamiento, crisis sanitaria, restricciones y desastre económica en un año en que se paró la vida 

Hoy hace un año de la declaración del Estado de Alarma por la pandemia de la Covid, que llegó para para quedarse y ¡Como ha cambiado la vida!. En pocas horas se pasó de la incredulidad al confinamiento domiciliario, se paró la vida; de los comentarios jocosos a los chistes ‘de consolación’; de la solidaridad a la desesperación ante la cercanía de la tragedia; de una normalidad vital y de calle a otra muy diferente de la que todavía no se ha salido.

Los profesionales de Castellón Información

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Hace un año, tal día como hoy, sábado (era 14 de marzo) de 2020, el Gobierno declaraba el ‘Estado de Alarma’ nacional por una crisis sanitaria como no se recordaba en el último siglo.

El coronavirus estaba en China, y China… era otro planeta

 width=Si, antes se había oído hablar del coronavirus que afectaba al continente asiático, pero China quedaba muy lejos… eran de otro planeta. Lo sufrían las empresas que importaban ya con muchos problemas, pero el Gobierno todavía lo banalizaba porque aquello no iba a llegar nunca a España… La OMS tardó en admitir la realidad y no muchos no quisieron darse cuenta de la gravedad de la situación ni cuando en Italia comenzaron a multiplicarse los muertos.

La Covid llega a España

El primer caso de coronavirus en España se dio en la Gomera, un 31 de enero. No se le dio la importancia que tenía porque había contraído la enfermedad en Alemania. El segundo, se dio en Palma, un 10 de febrero… pero era un residente británico que la había contraído fuera. El 12 de febrero se suspendía el Mobile Worl Congress en Barcelona. Y no fue por iniciativa nacional, sino por la renuencia de los participantes a desplazarse tal como se estaban poniendo las cosas. En el resto del mundo se anulaban grandes eventos, como el Carnaval de Venecia.

Oídos sordos en la Comunitat Valenciana, futbol y fiestas

En la Comunitat Valenciana también se hicieron oídos sordos. El ambiente de Fallas ya se vivía en la calle. Las mascletás multitudinarias se sucedían en Valencia y en todos los municipios falleros. En Castelló se acercaba la Magdalena, que esta vez coincidía con Fallas. Lo que más preocupaba en la capital de la Plana era saber si Valencia nos quitaría turistas y si tendríamos suficientes pirotecnias para el concurso de mascletaes.

El fútbol, la liga española, las competiciones europeas y mundiales constituían la mayor preocupación de miles de ciudadanos y los equipos con sus seguidores se desplazan por el territorio nacional y por Europa como si los contagios no fueran con ellos.

El primer contagiado, en Burriana

Así fue como se conoció el primer contagio en la provincia de Castellón. Fue un 25 de febrero cuando se confirmó el positivo de un joven de Burriana, que había viajado a Milán para seguir un partido de futbol.

El primer caso de coronavirus confirmado en la Comunitat es un joven de Borriana, ingresado en La Plana

 

Paralelamente comenzaron a proliferar también otros contagios en Valencia y en otros puntos del territorio nacional. La primera víctima se produjo un 26 de febrero, en Valencia, por una neumonía de origen desconocido, pero no se certifico su muerte por coronavirus hasta el 4 de marzo, cuando se le realizó una necropsia.

Madrid era Madrid, y el 8 de marzo

 width=En Madrid comenzó a multiplicarse la incidencia, pero Madrid, que no era de otro planeta, era Madrid. Y, además, por qué negarlo, se avecinaba el 8 de marzo que se planteaba como una reivindicación multitudinaria en la calle.

Y tuvo que pasar aquel 8 de marzo intocable, cuando el número de contagiados sumaba ya el millar y se habían registrado 16 muertos, cuando por fin empezó a calar en la sociedad y sus autoridades, que el coronavirus no era solo una anécdota.

Fueron varias comunidades autónomas las que comenzaron a dar la voz de alarma. Madrid cancelaba las clases y adoptaba medidas de urgencia en los centros sanitarios el 9 de marzo. El día 10 de marzo, el Gobierno suspendía los vuelos con Italia; el Congreso y el Senado suspendían su actividad parlamentaria por el contagio de un diputado de Vox y, ese mismo día, la Generalitat Valenciana anunciaba la suspensión de las fiestas de Fallas y Magdalena, (DOG 11/03/21).

 

El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) elevaba la categoría de la incidencia del coronavirus a pandemia. El 14 de marzo, el Gobierno declaraba el Estado de Alarma. Para entonces, el número de contagios ya era de 6.000 personas con 200 fallecidos.

La pandemia en Castellón, se suspenden las Fallas y la Magdalena (EE y SB)

Aquella semana, después del 8 de marzo, Castellón olía ya a Magdalena. Unas fiestas singulares que celebraban el 75 aniversario desde su constitución como fiestas mayores. Durante los últimos días se sucedían las presentaciones, los concursos públicos de última hora para contratar toda la parte oficial, las sillas de los desfiles, los conciertos, las actuaciones, el concurso de mascletàs.

Las luces de las gaiatas, aparcadas en la aduana

 width=En las Gaiatas se trabajaba a destajo para poder tener terminados los monumentos. Y ¡cosas de la vida! Las Gaiatas si que conocían ya algunas de las consecuencias de la Covid. Muchas de ellas habían tenido problemas con los sistemas de iluminación porque habían comprado mucho material procedente de China, que había quedado paralizado en la aduana.

Que el coronavirus llamaba a la puerta era una realidad, pero ¿Quién quería reconocer lo que ocurría cuando ni las instituciones tomaban medidas?

El 9 de marzo, en el Ayuntamiento de Castelló, ya se vivía la sensación de que había que tomar medidas, y pronto. De hecho, ese día se presentaba el LLibret oficial de las fiestas casi de tapadillo, sin convocatoria previa. Pero en Valencia no querían saber nada. Suspender las fiestas era un desastre económico de tal calibre que ni el Ayuntamiento de Valencia ni las fallas se lo planteaban.

Una situación similar se vivía en los otros municipios falleros de Castellón, como Burriana, Benicarló o la Vall d´Uixó

La alcaldesa de Castelló mantenía contacto directo con el presidente Puig y los periodistas ya compartían la incertidumbre de que se aproximaban cambios importantes.

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El martes, 10 de marzo, antes de que se realizara el anuncio oficial, la suspensión de las Fallas y de la Magdalena era ya un rumor no confirmado. De hecho, aquella tarde hubo medios de comunicación que se lanzaron a dar la noticia cuando todavía no estaba confirmada y tuvieron que retirarla.

Castellón Información también tenía la noticia preparada. Redactada, montada y en borrador. Solo faltaba apretar el botón. En el mismo momento en que se confirmó la suspensión de Magdalena y Fallas, Castellón Información publicó la noticia.

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En el món de la fiesta de Borriana o de la capital de la Plana, la suspensión de Fallas y Magdalena cayó como un jarro de agua fría. No por esperado era menos desesperante. Las lágrimas que se derramaron aquella tarde noche fueron incontables. Todo estaba preparado y todo quedaba suspendido. En Castelló, con un agravante, los sectores festeros ya habían realizado la inversión y todavía no habían recibido las subvenciones municipales. El Ayuntamiento no había aprobado todavía los presupuestos de 2020.

Con todo, el món de la Festa respaldó de forma unánime la decisión de suspender las fiestas. En Burriana lamentarían doblemente la llegada de la Covid, que se cobraba la vida de la madre de una de las máximas representantes falleras.

 width=En la capital de la Plana, el día 11, el ayuntamiento adoptaba ya medidas extraordinarias:  revocaba los permisos de ocupación de vía pública y licencias de apertura; reforzaba la limpieza de parques, jardines, espacios públicos y transporte. Se cerraban al público los edificios y espacios municipales, Se suspendían también otras actividades como el bicicás, consejos sectoriales y órganos de participación ciudadana.

Un día después, la hostelería, bares y tascas de Castelló también anunciaban el cierre voluntario de sus negocios para sumarse a la llamada a la responsabilidad realizada por el ayuntamiento.

Paralelamente, se tomaban medidas para el control de las aglomeraciones con la Policía Local y la amenaza de multas.

El decreto del Estado de Alarma del Gobierno, aprobado el 14 de marzo, provocaba nuevas restricciones, pero esta vez para todo el país.

Se suspendían todas las actividades, se activaba el confinamiento domiciliario, y los ayuntamientos activaban servicios de emergencia social para poder tender una mano a la población más vulnerable.

Lo que vino después, tuvo mucho de anecdótico, pero también de pesadilla. En Castelló, la no La Magdalena de 2020 se reinventó en los balcones y a través de las redes sociales. (La del 2021 ha pasado de largo).

Los supermercados de toda la provincia se vaciaban varias veces al día. Crecía la incidencia de la Covid, la oficial y la no reconocida. No había test para detectar la enfermedad; las mascarillas no eran obligatorias porque no había, el gel hidroalcólico escaseaba en las farmacias. Los hospitales se saturaban y los sanitarios se sumían en el infierno mientas en las residencias morían los más mayores.

Comenzaron entonces las llamadas solidarias, los aplausos en los balcones cada tarde a las 19:00 horas; la necesidad de reencontrarse con vecinos desconocidos hasta aquel momento, que se saludaban de ventana a ventana; los vítores a las fuerzas de seguridad cuando circulaban con sus sirenas por la calle. Los homenajes en las puertas de emergencia de los hospitales. Y la canción del dúo dinámico como un himno a todo volumen en los altavoces de las viviendas.

Pero también, la soledad y la añoranza. El ansia de las familias por verse de nuevo; la desesperación de tantos mayores por no perder del todo el contacto con sus nietos. Y para muchos, la sensación de que la vida se había parado de golpe, entre cuatro paredes, a lo largo de los pasillos recorridos una y mil veces. La incomprensión de los más pequeños hartos de no pisar la calle y sin saber lo que les estaba pasando; y el grito de angustia de tantos adolescentes privados de una libertad y un contacto social que nunca se valora más como a esa edad.

Esta historia se repetía tanto en los municipios de mayor densidad de población, como Vila-real o Castelló, como en el resto de las poblaciones de la provincia. Y en cada sitio se buscaban alternativas para mantener alta la moral de la población. En Alcalá, el campanario se iluminaba de colores al son de la música. Las manifestaciones en ventanas y balcones se repetían cada jornada por la tarde.

Fue la primera parte de la pandemia, la de aquel estado de alarma que se relajo después, cuando comenzó a bajar la incidencia en el mes de junio, cuando abrió la hostelería, cuando pudimos volver a pisar la calle y salir por la noche.

Verano sin festivales

 width=Fue un verano sin festivales, donde la hostelería pudo recuperarse un poco antes de que volvieran las restricciones.

Los hoteles no pudieron levantar cabeza, pero las segundas residencias salvaron la temporada de los municipios costeros y las residencias rurales.

Y tras disfrutar de las condiciones de viviendas con amplios balcones, con jardines, con zonas de esparcimiento y con la connivencia de la vida de pueblo que tanto habían despreciado los urbanitas, muchos cambiaron su residencia para no verse en otro confinamiento como el ya sufrido. Se incrementaron los empadronamientos en municipios costeros y en muchos municipios del interior.

Después llegó la segunda ola, en el mes de septiembre. Y la tercera, más mortífera e inquietante después de Navidad. Se han superado los contagios y los fallecimientos de la primavera del 2020.

Ahora se cumple un año de la declaración del Estado de Alarma, disminuyen de nuevo los contagios y las muertes, y la realidad no ha vuelto a ser la de antes.