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jueves, 16 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:07

Fundamentalismo católico

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

Hablaba la semana pasada del fundamentalismo islámico. Hoy, del fundamentalismo católico. El viernes, quienes tenemos la sana paciencia de seguir las opiniones e informaciones  más dispares, tuvimos ocasión de escuchar un episodio lamentable de fundamentalismo católico en ese programa de Jiménez Losantos, quien cada mañana se dedica a sus soflamas tabernarias en un descarado alarde de intoxicación ideológica y desinformación.

Quien presume de ateo católico calificó al papa Francisco de “peronista de blanco”, “matón nostálgico de Jomeini”, “hereje”, “animal” e “imbécil”. Hasta tuvo la desfachatez de expresar su deseo de que volviera el papa Ratzinger y expulsara de la iglesia a “este tío”. Y todo porque el papa, en pleno vuelo a Filipinas, expresó en un lenguaje coloquial el ejemplo de la reacción espontánea de pegar un puñetazo en defensa de la madre ofendida, en alusión al respeto que se debe tener hacia las creencias dentro de la libertad de expresión. No aludía a un límite legal de tal derecho, sino a un uso responsable del mismo, a fin de no convertirlo en un generador de odios y violencias.

Parece mentira que todo un profesional del periodismo y gran experto en literatura no sepa discernir entre registros lingüísticos y ponga al mismo nivel unas declaraciones informales con el texto de una encíclica o de una definición de dogma. Es lo propio de todo fundamentalista. Ponen al mismo nivel cualquier texto sagrado o del magisterio, sin hacer referencia a sus contextos y a la necesidad histórica de reinterpretación permanente. La visceralidad del político neoliberal barre como viento huracanado cualquier atisbo de racionalidad. No cabe en la deontología de un profesional de la información dejarse arrebatar por sus fobias y filias, que todos tenemos. De alguna manera habrá que razonarlas y argumentar sobre ellas, sin necesidad de recurrir a onomatopeyas o pedorretas más propias de un patio de parvulario que de un medio informativo. Resulta delirante que todo un ateo católico se ponga a pontificar sobre la ortodoxia y la praxis pastoral de la iglesia. Aunque todos sabemos quienes asesoran al lumbreras católico.

Existe todo un complot de cardenales y obispos contra el papa Francisco. Son los fundamentalistas que se resisten a la reforma eclesial del Vaticano II y que fue frustrada por el pontificado de Juan Pablo II, el “gran” papa que ellos añoran. Todos estos fundamentalistas califican el Concilio Vaticano II como el “gran desastre”. También Jiménez Losantos lo calificó así en su soflama del viernes. Su propia jerga le delata. Lo que no sabe el informado periodista que ha sido el propio papa Ratzinger quien puso en alerta al papa Francisco acerca  de la conspiración que cinco cardenales preparan contra su pontificado y que acudieron al papa emérito solicitando su apoyo.

No es de recibo calificar de peronista a Bergoglio, que ha sido perseguido por el régimen de los Kirchner y añorar la figura de Woytila, que fue el caballo de Troya usado por Reagan para dar el golpe mortal a un comunismo en estado de surmenage y que fue quien dilapidó las arcas vaticanas para financiar a Lech Walesa y su Solidarnosc. Si alguna recriminación tengo que hacer al papa Francisco es precisamente haber canonizado a Juan Pablo II, que hizo más política que pastoral y fue encubridor de Marcel Maciel, el gran pederasta que escondía en su Legión de Cristo sus tropelías y negocios, con los que acudió a subsanar los apuros económicos del Vaticano. Me hace pensar que eso de las canonizaciones tiene mucho que ver con la simonía. Nada, con el Espíritu Santo.

***Última opinión publicada por Pascual Montoliu en Castellón Información el 18 de enero de 2015.