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lunes, 12 de mayo de 2025 | Última actualización: 16:41

El Papa Francisco ha muerto

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El título anterior nos sugiere varias cuestiones: ¿qué impacto tiene, en la sociedad en general, la muerte de un líder tan carismático?; ¿Qué impacto tiene en la geopolítica?; ¿Qué impacto tiene en los católicos, su duelo, su significado y sus creencias?; ¿Cómo se ve afectada la espiritualidad del hombre?; ¿Cómo se acercan las visiones, desde diferentes ámbitos del saber, a este tema? Intentemos con estas cuestiones, dar respuesta más allá de lo cotidiano.

En el 2023, la Iglesia Católica contabilizaba en el mundo 1.406 millones de católicos bautizados, y en el mundo existen más de 7 millones de personas. Por tanto, una séptima parte de los habitantes de la Tierra son católicos. Con estos datos, uno de cada siete ciudadanos del mundo desde ayer 21 de abril de 2025, está llorando, inquieto y con incertidumbre, ante la pérdida de su líder religioso. También con la esperanza puesta en el próximo Cónclave, que tendrá lugar tras todo el proceso de exequias, funerales, misas y otros actos litúrgicos hacia el “padre” espiritual ¡de la séptima parte del mundo! Todo esto se va a traducir en diferentes respuestas ciudadanas de los creyentes católicos, como misas o la asistencia masiva a la capilla ardiente del “Papa Francisco”. Estas gestas implican emocionalmente, en menor o mayor medida, a la ciudadanía de diferentes partes del mundo. Institucionalmente tendrá lugar el Funeral en la Plaza de San Pedro, el próximo 26 de abril, y mañana miércoles 23 de abril de 2025 será trasladado a la Basílica de San Pedro.

El Papa Francisco, como vicario de Cristo y sucesor de San Pedro, y padre espiritual de los católicos del mundo, va a recibir en sus funerales, todos los honores de un jefe de estado, el Estado del Vaticano. Y será despedido por innumerables jefes de estado, y representantes de otros credos. Las más altas instancias mundiales se van a dar cita en los funerales en el Vaticano. Va a ser imagen de portadas, de noticiarios y de otras publicaciones, a lo largo y ancho de todo el mundo.

Posteriormente, el Cónclave, compuesto por 135 cardenales, elegirá al sucesor del Papa Francisco. No cabe duda de que la rigurosa selección de esta lista

-designada por el propio Pontífice- desempeña un papel crucial en dicha elección. Además, destaca el incremento de la representatividad de América, Asia y África en la composición del grupo, lo que podría favorecer la continuidad de las líneas marcadas por el actual Papa, incluso tras su fallecimiento. No obstante, también existe la posibilidad de que sectores más conservadores dentro de la Iglesia Católica cobren fuerza, abriendo la puerta a un nuevo rumbo geopolítico, ya sea de transformación o de consolidación del orden vigente.

Nadie duda hoy de que la figura del Papa Francisco ha estado rodeada de controversia, incluso dentro de la propia Iglesia Católica, donde algunos lo consideran excesivamente progresista. Entre sus acciones más reconocidas destacan su lucha contra la injusticia social, el impulso a una mayor relevancia de la mujer dentro de la Iglesia, el acercamiento a los más marginados y pobres del planeta, así como su apertura hacia colectivos como el LGTBI. El Papa Francisco, de talante humilde y dialogante con otras religiones, también se ha mostrado firmemente comprometido con una postura antibelicista.

Sus inicios fueron como profesor de Literatura y Psicología en la Escuela Jesuita de Santa Fe, una etapa que sin duda marcó su perfil con una fuerte impronta humanista, muy valorada en su entorno jesuita. Su elección como Pontífice el 13 de marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, lo convirtió en el Papa número 266 en la historia de la Iglesia.

Fue el primer Papa de origen americano y ha impulsado transformaciones significativas tanto en la organización interna de la Santa Sede como en el funcionamiento general de la Iglesia Católica. Se ha convertido en un referente global en cuestiones de paz, inclusión y compromiso con el medio ambiente.

La noticia de su fallecimiento ha generado un fuerte impacto a nivel internacional, especialmente en países como Ucrania y otros donde su figura era vista como un símbolo de apoyo y esperanza. No se puede perder de vista que, aunque la Iglesia Católica tiene una sólida presencia en América del Sur y Europa, cuenta con fieles en todo el mundo y se encuentra en constante crecimiento en regiones como África y Asia.

A la luz de lo expuesto, la influencia geopolítica del Estado del Vaticano es indiscutible. Si a ello se suma el carisma del Papa Francisco, es comprensible que su fallecimiento haya generado una profunda incertidumbre entre los católicos de todo el mundo. Aunque el protocolo de sucesión papal se activa de inmediato tras la muerte del Pontífice, esto no impide que muchos fieles experimenten un profundo duelo, sentimientos de tristeza y vacío comparables a la pérdida de un ser querido. Al mismo tiempo, también emergen emociones de esperanza y gratitud por su legado centrado en la paz, la justicia social y la inclusión.

En este contexto, es previsible que en los próximos días se manifiesten emociones encontradas: desde el desasosiego hasta una renovada conexión con la fe. La figura del Papa Francisco ha representado, para millones, un símbolo de renovación espiritual. Por ello, la reflexión sobre su papel dentro de la Iglesia podría dar lugar a un impulso de fe e ilusión en lo que vendrá. A lo largo de la historia, los procesos de elección de un nuevo Papa han sido momentos de inflexión que han reactivado el sentimiento religioso y espiritual de los creyentes, no sin provocar también tensiones y expectativas.

Estas emociones colectivas conectan con una dimensión más profunda de la experiencia humana: la espiritualidad. Desde la filosofía, se reconoce que la búsqueda de valores, justicia y trascendencia no necesariamente implica

religiosidad, pero sí una inquietud constante por dotar de sentido a la vida. Es una búsqueda de referentes éticos y morales, de coherencia y plenitud, que ha acompañado al ser humano a lo largo del tiempo. Aunque las corrientes filosóficas, sociológicas y antropológicas ofrecen diversas interpretaciones sobre esta necesidad de espiritualidad, todas coinciden en su centralidad en la vida humana.

En este momento de transición, una séptima parte de la humanidad se siente huérfana de su líder espiritual. A pesar de que la fe ofrece consuelo y señala nuevos caminos, la tristeza es inevitable. Al mismo tiempo, otra parte del mundo observa con incertidumbre los posibles efectos geopolíticos de este cambio, y cómo estos podrían repercutir en el equilibrio global.