La política exterior norteamericana está pasando un período particularmente complejo. No solo es que Trump se haya comprometido a alcanzar la difícil paz en Ucrania y Gaza sino que, por añadidura quiere hacerlo conservando el liderazgo mundial, manteniendo una correcta relación con Rusia y China, aparentemente descuidando su clásica alianza con Europa y por añadidura lidiando con un difícil país como es Venezuela.
Difícil Venezuela por haberse convertido en cuna del narcotráfico que invade los Estados Unidos corrompiendo a su juventud. Difícil también por constituir un régimen dictatorial, irreverente con los resultados electorales que en julio de 2024 dieron una clara victoria a Edmundo González, victoria que el régimen de Maduro no reconoció enrocándose en el poder y dando pie a un movimiento internacional en favor del cambio de gobierno en el país, la defenestración de Maduro y cuyo último capítulo ha sido la concesión del premio Nobel de La Paz a María Corina Machado que logró desplazarse a Oslo aunque sin llegar a tiempo a recibir el premio que fue entregado a la hija de la laureada.
Desde finales de septiembre, los Estados Unidos ha abatido hasta 14 narcolanchas, con un total de víctimas que se aproxima al centenar, algunos de ellos inocentes pescadores según alegan los venezolanos.
Sin embargo la gran operación naval montada por Washington en el Caribe lleva a toda clase de dudas de si el objetivo final de los EE.UU. es acabar con el narcotráfico o derribar al gobierno de Maduro, transformando profundamente al país, uno de los más ricos del mundo en hidrocarburos y de los más corruptos del globo.
El portaviones más grande del mundo, el Gerald Ford con 5.000 hombres a bordo, decenas de buques, fragatas, numerosos aviones y en conjunto, mas de 10.000 soldados emplazados cerca de la costa venezolana a los que hay que añadir las fuerzas destacadas en la base norteamericana en Puerto Rico.
Tal despliegue de fuerzas parece desproporcionado para una operación anti terrorista o antidroga. Si, por el contrario, lo que Trump busca es implantar un régimen democrático en Venezuela desplazando o eliminando a Maduro, con las consiguientes consecuencias sobre la explotación de los hidrocarburos del lugar, la operación sería infinitamente más complicada.
Invadir un país como Venezuela no es tarea fácil. Los Estados Unidos tienen en este sentido, experiencias de todo tipo, positivas y negativas, con otros países de la región.
La operación está en suspenso y encaja difícilmente con los restantes planes pacifistas de Trump, incluida la búsqueda del deseado premio Nobel de la Paz.
Huelga decir que el derrocamiento del régimen chavista tendría enormes consecuencias sobre otros países de la región y de más allá, sin olvidar a España que de la mano de Zapatero, de los podemitas y otros, ha apoyado en todo momento al chavismo, aprovechándose de él económica y políticamente igual que lo hicieron directa o indirectamente Sánchez y Begoña.



































