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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:27

Onda acoge una nueva comunidad religiosa: Carmelitas Descalzas de Manchay

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El Obispo presidirá una misa este domingo para dar la bienvenida a las diez religiosas de Perú

Monasterio de San José en Onda
Monasterio de San José en Onda.

El Obispo de Segorbe-Castellón, Casimiro López Llorente, presidirá este domingo a las 18 horas la eucaristía de bienvenida en el Monasterio de San José y Santa Teresa de Onda. Allí se ha establecido desde este mes de agosto la nueva comunidad de Madres Carmelitas Descalzas procedentes de Manchay (Lima, Perú).

Para el Obispo, su llegada es "un don de su bondad y misericordia en tiempos de extrema falta de vocaciones a la vida consagrada contemplativa entre nosotros”. Su presencia, afirmó en un comunicado al Pueblo de Dios emitido a principios de agosto, es una gracia que viene a enriquecer la vida diocesana, y las hermanas “sostendrán con su oración silenciosa y su testimonio de fe la misión evangelizadora que todos compartimos”.

Una decisión nacida de la necesidad

La comunidad carmelitana de Manchay, formada por diez religiosas, llevaba años sufriendo una creciente inseguridad. “Nuestro convento tenía un terreno destinado a una obra social que debía ayudarnos a mantenernos”, explica la Madre María Cándida de la Eucaristía, priora de la comunidad. “Como Carmelitas de clausura vivimos del trabajo de nuestras manos, pero poco a poco se hizo imposible”. En Manchay la comunidad recibió una gran acogida desde el primer momento por parte del entonces arzobispo, el Cardenal Juan Luis Cipriani, y del propio pueblo, "que nos acompañó con cariño y cercanía. Allí estuvimos siempre bien atendidas espiritualmente y apoyadas en nuestra vocación. Vivíamos como todas las carmelitas: del trabajo de nuestras manos y de la oración constante por la Iglesia y por el mundo".

Las dificultades materiales fueron aumentando. "Llegó un momento en que ya no se garantizaban las condiciones necesarias para vivir nuestro carisma de clausura. El Carmelo es silencio, oración y vida en comunidad, y todo eso se veía amenazado”, añade la priora. "Era difícil llevar la vida de clausura como nuestra vocación exige. Por eso, tras discernirlo en oración, pedimos al cardenal Carlos Castillo la posibilidad de un traslado. Él, con mucha cercanía, nos apoyó desde el primer momento y facilitó los trámites, poniéndose en contacto con Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón. Gracias a su generosidad y a la buena disposición del Obispo, hemos podido ser acogidas en esta Diócesis".

Los trámites se iniciaron el pasado mes de marzo, con el consentimiento del Arzobispo de Lima, el visto bueno del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y el impulso del Obispo de Segorbe-Castellón. Así la puerta de Onda se abrió: “Ha sido muy rápido, una gracia del Señor que nos recibieran tan pronto aquí”, reconoce la supriora, la Madre María Rocío del Niño Jesús.

Viaje hacia la esperanza

Hablan con gratitud de su vida en Perú: "allí hemos recibido cariño, apoyo y cuidado espiritual. No olvidamos la bondad de tantas personas que nos acompañaron y sostuvieron. Aunque el traslado ha sido doloroso en lo humano, lo vivimos en la fe: en todo buscamos servir al Señor y a su Iglesia. Allí y aquí, lo que importa es seguir amando al Señor con todo el corazón".

El traslado se vivió con sencillez y también con alegría. “No vinimos con maletas normales, sino con costales, para ahorrar peso y dinero. Llegamos a Madrid con mucha ilusión, aunque un poco cansadas, y después seguimos por carretera hasta Castellón. Nos recibieron con muchísimo cariño y eso nos dio mucha fuerza”, recuerda la Madre Rocío.

Convento con huellas franciscanas

En Onda las esperaba el convento que durante siglos había albergado a las Clarisas de la Purísima Concepción, cerrado desde 2022. Es muy visible que fue casa franciscana, porque aún conserva elementos propios de su espiritualidad: “no hay rejas en el coro, ni torno, y hay mucha visibilidad hacia el exterior. Para nosotras, como Carmelitas, es importante adaptar poco a poco estos espacios, porque nuestra clausura es más estricta y necesitamos un recogimiento mayor”, comenta la priora.

Desde Perú las hermanas trajeron consigo su tesoro más querido: una imagen de la Virgen del Carmen, que hoy preside el coro y que es Madre, guía y consuelo. Ante la Virgen se reúnen cada día durante varias horas “para mantener nuestra vida de oración y contemplación” y es precisamente la Virgen del Carmen quien acompaña a la Comunidad en este nuevo camino.

La vida en el Carmelo: holocausto de amor

La espiritualidad carmelitana, heredera de Santa Teresa de Jesús y Santa Teresita de Lisieux, tiene en la oración su centro vital. Su jornada está marcada por el ritmo de la liturgia: dos horas de oración silenciosa al día, el rezo del Oficio Divino siete veces, el Rosario y otras devociones. “Todo nuestro día gira en torno a la oración. Cocinamos rezando, trabajamos rezando. Oramos por los sacerdotes, por las familias, por la Iglesia entera. Incluso por quienes nunca nos conocerán. Es un misterio precioso: sostener desde la clausura a quienes están fuera”, explica la priora.

“La vida contemplativa significa para nosotras un holocausto de amor a Dios, entregarnos del todo, porque el Señor se entregó por nosotros del todo”, explica la supriora.

Madre Cándida de Carmelitas Descalzas de Manchay en Onda.
Madre Cándida de Carmelitas Descalzas de Manchay en Onda.

La Madre Cándida insiste en el sentido de esa misión escondida: “Sin la oración no hay salvación. El Señor nos ha llamado a ser intercesoras en silencio. Nuestra vida oculta es fecunda porque todo lo ofrecemos por la Iglesia”.

Acogida fraterna

En estos primeros días en Onda, las hermanas han sentido la calidez del pueblo. “Las vecinas nos han traído higos, otras frutas, regalitos… Nos hemos sentido muy queridas y acompañadas. Estamos agradecidas por tanta cercanía”, cuenta sonriente la Madre Rocío.

El Obispo, en su invitación a la Eucaristía de hoy, ha pedido a los fieles de Onda y de toda la Diócesis que las acojan “como lo que son: un regalo del Señor para sostener con su oración nuestra vida y misión evangelizadora”. Y ellas responden también con profundo agradecimiento a nuestro Obispo, Mons. Casimiro López, "que nos ha abierto las puertas de su Diócesis con tanta generosidad. Desde el primer momento nos hizo sentir acogidas, y hoy nos sentimos parte viva de esta Iglesia diocesana. Él ha sido instrumento de la Providencia para que podamos continuar nuestro camino carmelita en tierras de Castellón".

Fieles a su misión manifiestan su alegría por "ser instrumentos de Dios para la reapertura del monasterio de Onda. Es una bendición para nuestro carisma y un regalo para la Diócesis. Creemos que un Carmelo es un pulmón espiritual para toda la Iglesia: desde la clausura acompañamos, sostenemos y ofrecemos todo lo que somos por la vida del mundo y de la Iglesia".

Misterio de la vocación

La vocación de cada Carmelita es una historia de amor única entre Dios y el alma. Tanto la Madre Cándida como la Madre Rocío llevan grabado en su vida ese momento en que el Señor las llamó a entregarse por entero a Él.

“Yo sentí la llamada siendo muy joven, con apenas 16 años, recuerda la Priora. Lo que más me impresionó fue descubrir la radicalidad de la vida del Carmelo: saber que las hermanas no iban ni siquiera al entierro de sus padres. Eso me hizo comprender que se trataba de una entrega total, y yo quería darme así, del todo, al Señor. En un primer momento mi familia no lo entendió, incluso se opusieron, pero poco a poco el Señor fue tocando sus corazones y finalmente me apoyaron. Ahora sé que fue un regalo inmenso haber respondido a tiempo a esa llamada”

La hermana Rocío también comparte su experiencia: “Yo era muy activa en mi parroquia, ayudaba en todo, pero siempre sentía que me faltaba algo, que Dios me pedía más. El día que conocí a las Carmelitas comprendí que lo que el Señor quería de mí era el silencio, la oración y la entrega escondida. Me costó dar el paso, porque dejarlo todo no es fácil, pero cuando entré en el convento descubrí la alegría más grande de mi vida. Aquí encontré mi lugar, mi casa, y sobre todo, a mi Esposo, que es Cristo”.

Ambas coinciden en que la vocación no es fruto de un mérito personal, sino de un don gratuito. “No es que seamos mejores que nadie, sino que Dios quiso fijarse en nosotras para llamarnos. Lo único que hicimos fue decirle sí”.

Ese “sí” continúa resonando cada día en la clausura del convento de Onda, en las horas de oración y silencio, como un testimonio vivo para los jóvenes de hoy. “Dios sigue llamando, aunque a veces el ruido del mundo no deje escuchar su voz. A los jóvenes les digo que no tengan miedo: si Él llama, vale la pena dejarlo todo por Él”, concluye la hermana Rocío.

Mensaje para familias, jóvenes y sacerdotes

La Madre Cándida dirige un mensaje claro a las familias: “Cuando el Señor regala una vocación a un hijo o a una hija, que los padres no se opongan, sino que ayuden a realizarla. Es un privilegio para una familia tener un hijo sacerdote o una hija religiosa. Porque esa hija estará siempre rezando por ellos y por toda la Iglesia”.

A los jóvenes les anima a la valentía: “Que no tengan miedo si sienten la llamada de Dios. La vocación no es algo raro ni inalcanzable, sino una vida hermosa en la que uno se ofrece plenamente al Señor”.

Y a los sacerdotes, les pide complicidad: “Necesitamos que los sacerdotes animen a las familias y a los jóvenes a abrirse a la vocación. Hoy, con pocas vocaciones y familias reducidas, cuesta entregar un hijo al Señor. Pero esa entrega es semilla de cielo”.

Un regalo para toda la Diócesis

La nueva comunidad de Onda siente que su misión ya ha comenzado. “Estamos muy agradecidas a los fieles de la Diócesis de Segorbe-Castellón por la acogida tan cercana que nos han brindado. Rezamos por todos ustedes y les pedimos también sus oraciones por nosotras. Unidos en la fe, en el amor a la Virgen del Carmen y en la esperanza, queremos seguir sirviendo a la Iglesia desde este monasterio con alegría y fidelidad”, concluye la Priora.

El convento, que ha permanecido años cerrado, vuelve ahora a latir con vida de oración. La Diócesis recibe así un tesoro escondido: una comunidad que ora en silencio por todos, sosteniendo la esperanza cristiana con la fidelidad diaria de su entrega.