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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

Jornada por la Vida

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El 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno virginal de
María, recordamos el inicio de la vida humana del Hijo de Dios. Este día celebramos
también en la Iglesia católica en España la Jornada por la Vida. El Hijo de Dios se hizo
verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el
pecado; asumió nuestra naturaleza humana para sanarla y llevarla a su plenitud. “El Hijo
de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”, nos dice el
Concilio Vaticano II (GS 22), mostrándonos así el valor de toda vida humana.

Ya por la sola razón, todo hombre y mujer, creyente o no creyente, abierto
sinceramente a la verdad y el bien, puede reconocer el valor sagrado e inviolable de
cualquier vida humana. Si además lo miramos desde la fe, la encarnación revela a la
humanidad no sólo el amor infinito de Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo
único” (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada vida y persona humana.

Por ello, de modo particular los creyentes en Cristo debemos acoger, cuidar, defender y
promover el don precioso de toda vida humana desde su concepción hasta su muerte
natural, siempre e independientemente de cualquier circunstancia o condición.

Ya el Concilio Vaticano II, en una página de enorme actualidad, denunció los
numerosos delitos y atentados contra la vida humana; entre otros, los homicidios, los
genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario, o todo lo que viola la
integridad y la dignidad de la persona humana (cf. GS 27).

Acaba de entrar en vigor la nueva ley del aborto, llamado eufemísticamente
“interrupción voluntaria del embarazo”. Es un sarcasmo hablar de interrupción, cuando
en verdad se termina el embarazo eliminando el embrión o el feto. Los conocimientos
sobre el ADN y las ecografías permiten afirmar que existe una nueva vida en el seno de
una mujer embarazada desde la concepción. El aborto sigue siendo “un crimen
abominable”, como enseñó el Concilio Vaticano II (cf. GS 51). Es aberrante hablar de
un supuesto ‘derecho al aborto’, cuando lo que se persigue no es un bien sino un mal, la
eliminación de un ser humano. Las leyes que promueven y amplían este supuesto
“derecho al aborto” son absolutamente injustas e inicuas porque legalizan la muerte de
seres humanos inocentes e indefensos. Eliminar una vida humana no puede ser solución
para las madres que afrontan, muchas veces en soledad, un embarazo no deseado.

Esta Jornada nos llama a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad
a implicarnos por crear una cultura de la vida en la que toda vida humana sea acogida
con amor, gratitud y alegría.