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jueves, 10 de octubre de 2024 | Última actualización: 16:57

Javier Milei

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Argentina es un gran país, uno de los tres más fuertes de Iberoamérica, siendo Brasil y Méjico los dos restantes. Argentina es cinco veces más extensa que España y tiene una población algo menor que la nuestra, 45 millones de habitantes.

 Fue durante muchos años del siglo pasado uno de los países más prósperos del mundo, a la altura de los Estados Unidos. Y sin embargo durante las últimas décadas, conducida por un peronismo populista que encontró su cúspide en el nefasto matrimonio Kirchner que dominó los destinos del país entre 2003 y 2015, el país entró en barrena empobreciendo al 55% de la población, buscando soluciones simplistas con subsidios gubernamentales concedidos a más de 25 millones de habitantes, creando una inflación del 150% y endeudando al país de forma suicida.

En la reciente campaña electoral, Milei se presentó ante el país y ante el mundo como un candidato extravagante, enloquecido y mal hablado. Seguramente en este lado del Atlántico una persona como él no hubiera vendido un peine. El candidato peronista era mucho más comedido y aparente. Y sin embargo la desesperación del pueblo había llegado a tal punto que difícilmente podía confiar en un ex ministro de economía que había conducido al país a la ruina.

Milei se armó de una serie de gestos que le mostraba como una especie de payaso. Pero no lo es. Posee una sólida preparación intelectual como catedrático de economía, diputado y periodista. Se le ha calificado de ultraderechista, populista, fascista y antisemita. El mismo se considera anarcocapitalista y liberal.

Se significó partidario de suprimir el Banco Central, adoptar el dólar como moneda oficial -como ya lo han hecho Ecuador, Panamá y El Salvador-. Se enfrentó a las teorías del calentamiento global, del feminismo y lo más explosivo, consideró a su compatriota el Papa Francisco como representante del maligno por su defensa del comunismo.

Un personaje singular donde los haya.  Lo cierto es que desde su acceso al poder ha moderado enormemente su discurso. Quizá para ser consecuente de su desconfianza hacia el vaticano, está cambiando su religión católica por la judaica. Contra los que le consideran populista, acaba de aplicar la medida menos populista imaginable: ha devaluado el peso en un 50% lo que a corto plazo empobrecerá a un más a la indigente población. Recuerden ustedes cuando nuestra peseta conocía devaluaciones del 5 o 10% para favorecer la llegada de turistas, pero encarecía los productos de importación empezando por el petróleo. Imaginen lo que hubiera supuesto devaluar el 50%.

Hemos visto la posición de España ante el nombramiento. Sánchez aun no ha felicitado al nuevo presidente. Ningún ministro acompañó al Rey Felipe VI a la toma de posesión de Milei. Quizá estaban descansando para poder asistir a la presentación del nuevo libro NO escrito por Sánchez. Y sin embargo España es el segundo inversor más fuerte en Argentina. Está visto que España solo acepta a los lideres iberoamericanos de izquierdas que son todos menos Ecuador, Uruguay y Paraguay. Gravísimo error. Hasta Franco mantuvo buenas relaciones con la Cuba De Castro.

Deseemos mucha suerte al nuevo presidente argentino. La va a necesitar pues tiene por delante un camino complicadísimo. España no lo tiene mucho mejor. Ayer mismo fue un día tan triste para nuestra democracia, con la aprobación de la ley de amnistía, que prefiero ni volver a hablar de ella para no amargarles la jornada. Ahora solo nos queda esperar el referéndum de independencia de Cataluña.