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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 19:30

Gris oscuro casi negro

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Prometieron que sería verde, pero el resultado es gris oscuro casi negro. La avenida Lidón era uno de los ejes más agradables para pasear, con muy poco volumen de coches, sin excesivos ruidos. Un espacio para disfrutar de la ciudad, pero sin masificar, con aire de calidad, que además unía perfectamente el centro de la capital de la Plana con el templo que custodia la imagen de nuestra patrona.

Y esto era así, hasta que la alcaldesa de Castellón, Amparo Marco, se empeñó en imponer un proyecto de remodelación que solo ha traído disgustos a vecinos y usuarios desde que se anunció en prensa por primera vez, un malestar que, lejos de menguar, no para de arreciar, conforme avanzan los trabajos. Y no es para menos.

Esta misma semana he vuelto a recorrer la avenida, a petición de los representantes vecinales de las asociaciones Rafalafena y Plana d’en Trilles, una de las que hay activas en la Marjaleria de Castellón. Y el resultado ya se anticipa descorazonador.

Cualquier castellonense que tenga a bien hacer el trayecto –a pie eso sí, porque en vehículo es una auténtica yincana-- podrá apreciar que el hormigón se ha convertido en el nuevo rey de la calzada. La avenida Lidón hoy no es ni más verde, ni más sostenible, ni más accesible ni reduce las emisiones de CO2.

Basta mirar el último tramo del proyecto, el que recae más próximo a la basílica. No es que no se haya plantado ni un árbol más, es que ahora todo está lleno de hormigón. A diestro y siniestro. Incluso se ha eliminado uno de los parterres de flores que había, con unos alcorques para los árboles tan estrechos que ni siquiera caben casi las plantas que se han escapado al furor de la hormigonera.

Tampoco se ha utilizado ni un solo metro de baldosas cerámicas ‘Made in Castellón’. Todo lo contrario: se ha optado por placas de hormigón de La Roda. Todo gris, que arrojan una imagen triste y para nada emblemática.

Y si de movilidad hablamos, basta con tratar de acceder a alguno de los puntos de la avenida. El proyecto va a partir en dos la ciudad, creando una barrera urbanística donde no la había, y generará grandes embotellamientos en los dos puntos que permiten el paso de vehículos: a la altura de Tombatossals y a la del Camino La Plana-Calderón de la Barca. Por supuesto, para llegar allí, los vehículos rodearán más y más calles, así que las emisiones serán a la fuerza todavía más, generando el efecto contrario. No será más sostenible.

Las máquinas siguen levantado la avenida. Los vecinos y comercios del tramo más próximo a la plaza María Agustina ven con angustia e impotencia el avance de unos trabajos que no quieren y que nadie ha pedido. Porque esta es la gran conclusión a la que llegan los castellonenses: Amparo Marco se va a gastar 3,3 millones de euros en un proyecto que no va a mejorar en nada la calidad de vida de los vecinos respecto a lo que ya tenían, más bien al contrario. Nadie entiende por qué este empecinamiento en gastar un presupuesto que podría haber ido a resolver problemas urbanísticos donde sí los hay ahora mismo, puesto que son muchos los barrios que a día de hoy no tienen ni aceras o alcantarillado, por increíble que parezca. El problema es que “el empastre”, como muchos se refieren al proyecto, ya está hecho.