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lunes, 20 de mayo de 2024 | Última actualización: 10:39

La revuelta de los privilegiados

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Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.

Christopher Lasch acuñó a mediados de los años noventa del pasado siglo el concepto de “rebelión de las élites”. Según Lasch, un interesantísimo historiador y sociólogo, las élites, identificadas como los representantes de los sectores más poderosos económicamente en las distintas sociedades, se habían liberado de la suerte de la mayoría y daban por concluido de modo unilateral el contrato social que los unía con el resto de los ciudadanos. De esta manera, las élites se aislaban en sus redes y en sus enclaves de bienestar y abandonaban al resto de las clases sociales a su suerte, traicionando de esta manera y dejando vacía de contenido la idea de una democracia de todos los ciudadanos. Viene a coincidir esa “rebelión de las élites” con el triunfo del neoliberalismo, de los discursos individualistas, de la crisis de identidad total de la socialdemocracia, y llega hasta la actualidad con esa doctrina de que la crisis es culpa de quien la sufre, mientras que los poderosos, las élites extractivas, permanecen impunes y acrecientan incluso su dominio social, político y económico. Es lo que Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo, señaló con meridiana claridad; “la lucha de clases existe y la está ganando claramente mi clase, la clase de los ricos”

Salvando las distancias, esta rebelión de las élites puede tener una cierta concordancia con la llamada “Revuelta de los privilegiados” que principalmente aristocracia y clero protagonizaron contra la idea de hacerles pagar impuestos en los prolegómenos de la Revolución Francesa. De ahí ese fraude fiscal generalizado de las grandes fortunas y esas impúdicas referencias continuas de lideresas condesas  y demás a que se tienen que bajar impuestos. Es  pues una revuelta, una rebelión en toda regla que están ganando, como bien señala Buffet, por incomparecencia del adversario. Ahora bien, también se debería recordar la mecha que prendió la Revuelta de los Privilegiados, una mecha que supuso que el bello cuello de María Antonieta y el regio de Luis XVI acabasen en la guillotina. Y es que lo que parecía imposible ocurrió. Y nada impide que vuelva a ocurrir, que un Danton, un  Saint Just o un Robespierre, el incorruptible, se hagan con el dominio de la escena.