Noticias Castellón
jueves, 16 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:43

Cuando la preocupación excesiva lleva a la patología

Tiempo de Lectura: 5 minutos, 9 segundos

Noticias Relacionadas

María B. Alonso. Psicóloga Clínica y Forense. Coordinadora UNED Castellón.

“En mi cabeza ocurren cientos de guerras civiles diarias, en las que yo, nunca gano”, de este modo, me describió metafóricamente,  en una ocasión, dentro de la sesión, un paciente, para explicarme su nivel de angustia, ante tanta preocupación y tanta explosión de ideas en su mente, muchas de ellas aterradoras: En lo que definió como un collage surrealista.

En ocasiones, hay individuos, que sus preocupaciones les llevan a un alto nivel de sufrimiento, siendo invadidos continuamente y fuera de su control voluntario, por ideas que les generan gran nivel de ‘angustia’. Estas personas sienten que su cabeza no puede nunca dejar de pensar, que en ocasiones los pensamientos que le invaden son muy inquietantes, abrumadores, aterradores, inesperados y fuera de su voluntad. Así por tanto, la naturaleza de esas ‘ideas exacerbadas’,  que  vamos a denominar  como ‘angustia cognitiva’, es fenomenológica, es decir subjetiva a quien la padece y fuera de la visión de los otros.

La vergüenza y el pudor de muchas personas, que padecen estas problemáticas de pensamientos disruptivos, de que puedan ser tomados por otros individuos, por locos o trastornados mentales, si las comunican o expresan a su entorno. Por tanto, aun sabiendo y siendo que ellos mismos, pasan sus propias ideas sobrevaloradas,  por filtros de socialización y de idoneidad mental y las consideran en muchos casos anticipatorias, excesivas y no adecuadas, planteándose su  ‘propia locura’ en muchos casos como algo plausible o con el miedo de que asi fuera.

Un sujeto en las condiciones anteriormente citadas, puede referir: “No quiero hablar de ello,  me da vergüenza, creo que estoy loco, en ocasiones me viene por la mente… si pierdo el control y puedo matar… matar a alguien,… cuando más quiero a esa persona, más miedo tengo de matarla… pienso que puedo coger un cuchillo…”, conlleva que en miles de ocasiones, estas ideas, son ‘sufridas en silencio’.

El ‘sufrimiento en silencio’, va acompañado en numerosas veces de la evitación o esfuerzos de evitación, que realizan muchos de estos sujetos que sufren, de no querer pensar, de que no vengan a la mente desaforadamente,  es una lucha y  un esfuerzo continuado, por no traer a la mente… Pero paradójicamente todo este proceso de silencio- miedo –evitación, termina produciéndose un efecto rebote, de estas ideas aterradoras e invasivas. Todo este proceso de inoportunidad e invasión contra voluntad,  es justamente por su naturaleza de inesperadas, involuntarias, que producen dolor y miedo.  Creándose un bucle sin fin que va desde el miedo y regresa al miedo.

Ahora bien, con el miedo, lo que siempre sucede, es que siempre estamos esperando que venga a visitarnos y siempre sufrimos aunque aún no llegue, anticipando continuamente su aparición, este ‘factor anticipatorio’, siempre es referido por todos los sujetos que muestran excesivas preocupaciones y angustia y sufrimiento por ellas.

Cuando nos invade el miedo, evitamos los objetos que nos producen miedo. Si bien el miedo, filogenéticamente, en nuestra historia como especie, es una respuesta adaptativa. Así cierto nivel de miedo nos protege y preserva nuestras vidas, no exponiéndonos a riesgos innecesarios (no asomarse a una cornisa alta, sin medias de seguridad para protegerse de la caída, no ir paseando, sin protección, por un medio natural como la Sabana Africana, lleno de depredadores…).

Pero en el caso de las preocupaciones exacerbadas, no existe un objeto real, que dispare este protocolo defensivo de nuestro organismo. Así  ‘el depredador está en nuestro interior’, es altamente estresante e incapacitante, pero no podemos resolverlo con una acción estructurada lógica, como hacemos con riesgos reales y objetivos (no asomarnos al borde de un precipicio, utilizar con cuidado cuchillos y utensilios peligrosos), de ahí la naturaleza ilógica, de estos llamemos objetos mentales disruptivos-subjetivos.

Las causas de los pensamientos disruptivos,  pueden ser variadas y suelen  darse bajo varios epígrafes,  encontrárnoslo en la clínica, en diversos cuadros patológicos  un batiburrillo de estas: En el caso de un trastorno de ansiedad, el sujeto puede ser que se preocupe en exceso por todo o que esté excesivamente preocupado anticipando catástrofes o miedos a circunstancias u objetos reales o de la naturaleza,  pero que no ven el resto de su entorno, como posible;  También pueden ser pensamientos intrusivos obsesivos, vinculados a hechos que el sujeto anticipa, que pueden ocurrir o que él mismo puede realizar y que van en contra de sus principios morales y éticos o le producen rechazo o terror… ; En el caso de traumas o de procesos de duelo, como el pensar y re experimentar en pensamientos, lo vivido, del sufrimiento real , que regresa y regresa de forma perturbadora; En la personalidad límite  y ciertos cuadros psicóticos, son pensamientos aterradores, de diversos tipos, con indefinición, en ocasiones en contra de sus propios principios morales, en ocasiones ideas mágicas o ideas sicodélicas, como que su cuerpo se desintegra como en pixeles o que se fluidifica o se integra en otra materia….

Nietzsche (1882), citaba en la Gaya Ciencia: «Los hombres ante la incertidumbre dan a menudo por verdadera una realidad que saben falsa, luego, actuando en virtud de esta, se convencen de su efectiva veracidad». Desde la lógica, solo cabe referir que esta forma de racionalizar, es un proceso de autoengaño. Habría que diferenciar, siguiendo un poco la cita de Nietzsche, de cuando está el pensamiento, aún sujeto algún criterio de  análisis de veracidad, por parte  del sujeto que lo padece, de contraste como el científico, se lo cuestiona y plantea experimentos con dicho pensamiento disruptivo,  o por el contrario, cuando el pensamiento intrusivo, ya no es cuestionado por el individuo y lo adopta como cierto. Este segundo punto, de aceptación de certeza de lo pensado,  está más cercano a la psicosis y de ciertos trastornos de rasgos de personalidad, y en el primer término, donde aún hay cuestionamiento del producto mental,  es más cercano a cuadros reactivos reversibles.